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Hay pocas cosas que nos inquietan tanto como el asunto de la identidad. La pregunta: “¿Quién soy en realidad?” ha sido -y lo es aún- uno de los interrogantes más simples, pero a la vez más profundos de la experiencia humana. 

Definir quién soy, de dónde vengo y para dónde voy es radicalmente importante para vivir una vida con propósito mientras nos encontremos sujetos a este cuerpo material y a esta tierra. La identidad es la brújula de nuestro barco; y mientras dure la travesía, debemos tener unos buenos anclajes espirituales sobre este asunto. La brújula nos garantiza dirección hacia el futuro; las anclas, por su parte, nos permiten asegurar el navío de nuestra vida y nos evitan derivar hacia la nada o el despropósito.

Por este motivo, hoy te presento esta nueva entrada de mi blog, la cual he decidido titular: “Las anclas de mi identidad”. Con seguridad hay muchos aspectos relacionados con el asunto de la identidad que desconozco; sin embargo, haciendo el debido uso que me acredita el ser llamada ‘hija de Dios’, en esta ocasión quiero hablarte de cinco solamente: tu nombre, tu condición sexual, tu personalidad, tu apariencia física y tu propósito. Para ello, me he servido del estudio del capítulo 1 del libro del profeta Daniel (si nunca lo has leído, es momento para hacerlo. Tómate tu tiempo).

¿Estás listo ahora para el viaje en altamar? Muy bien, entonces comencemos.

Primera ancla: mi nombre. 

El primer intento que vemos por parte del Rey Nabucodonosor en contra de la identidad de Daniel y sus amigos Ananías, Misael y Azarías es cambiarles el nombre. 

Todos ellos habían sido bautizados con nombres hebreos, cuyo significado era profundo y estaba estrechamente ligado a su destino. En su lugar, les fueron impuestos nombres de divinidades babilónicas paganas adoradas por el Rey Nabucodonosor:

“Daniel” quiere decir “Dios es mi juez” y fue cambiado por  “Beltsasar”, cuyo significado es “Príncipe de Bel” (Bel era el dios del sol, la principal divinidad de Babilonia). “Ananías” significa “Dios es misericordioso” y su nombre fue cambiado por “Sadrac” o “Siervo de Sin” (Sin era el dios de la luna). “Misael”, por su parte, significa “Quien pertenece a Dios” y su nombre nuevo fue “Mesac” que traduce “¡Quién es como Aku!” (Aku era el equivalente sumerio del dios de la luna Sin). Finalmente, “Azarías” significa “Dios ayuda” y su nombre babilónico nuevo fue “Abed-Nego” que evoca al “Siervo de Nebo” (otra deidad babilónica).

¿Eres consciente de la importancia de tu nombre? ¿Sabes lo que significa? Si no es así, te invito para que busques su significado. Normalmente a través de los nombres se desata palabra profética sobre las personas, de allí que sea tan importante elegirlos bien. 

  • Dios nos puso un nombre:

Isaías 43:1 (RVR 1960)
Ahora, así dice Jehová, Creador tuyo, oh Jacob, y Formador tuyo, oh Israel: No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú. (Énfasis añadido)

  • El nombre que Dios nos dio es “hijo/hija de Dios”: 

1 Juan 3:1 (RVR 1960)
Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. (Énfasis añadido)

  • El Señor nos dará un nombre nuevo en la eternidad:

Apocalipsis 2:17 (RVR 1960)
El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe. (Énfasis añadido)

Segunda ancla: mi condición sexual.

La identidad sexual es uno de los aspectos que más impacto tiene en nuestra individualidad y en el desarrollo de nuestra personalidad. 

El que nos identifiquemos como varones o como mujeres va a determinar gran parte de nuestras experiencias en la vida y de allí que sea tan importante abrazar nuestro género y nuestra condición sexual. 

A mí me debe gustar ser mujer o varón, según lo que Dios haya determinado previamente para mí.

Génesis 1:27 (NTV)
Así que Dios creó a los seres humanos a su propia imagen. A imagen de Dios los creó; hombre y mujer los creó. (Énfasis añadido)

Salmos 139:13-16 (NTV)
13 Tú creaste las delicadas partes internas de mi cuerpo y me entretejiste en el vientre de mi madre. 14 ¡Gracias por hacerme tan maravillosamente complejo! Tu fino trabajo es maravilloso, lo sé muy bien. 15 Tú me observabas mientras iba cobrando forma en secreto, mientras se entretejían mis partes en la oscuridad de la matriz. 16 Me viste antes de que naciera. Cada día de mi vida estaba registrado en tu libro. Cada momento fue diseñado antes de que un solo día pasara.

Tercera ancla: mi personalidad.

La personalidad es el conjunto de aspectos o características que determinan quién soy en términos de emociones, sentimientos, pensamientos, experiencias, modos de vivir, de reaccionar y de ser en el mundo. Es todo aquello que me hace diferente de los demás y me identifica como única en medio de millones de gentes. 

A mí me debe gustar mi personalidad, mi forma de ser. Cada vez que yo me critico estoy atentando contra mi personalidad; y lo que Dios quiere no es que yo la “ataque” sino que la ponga en las manos del buen alfarero para que Él sea quien la pula y quien la forme: su deseo es instalar el carácter de Cristo en mí. 

2 Corintios 3:18 (NTV)
Así que, todos nosotros, a quienes nos ha sido quitado el velo, podemos ver y reflejar la gloria del Señor. El Señor, quien es el Espíritu, nos hace más y más parecidos a él a medida que somos transformados a su gloriosa imagen. (Énfasis añadido)

2 Corintios 3:18 (RV1960)
Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor. (Énfasis añadido)

Volviendo al capítulo 1 del libro de Daniel, encontramos las siguientes referencias a su personalidad y la de sus amigos: 

Daniel 1:4 (RVR 1960)
muchachos en quienes no hubiese tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey; y que les enseñase las letras y la lengua de los caldeos.

Daniel 1:17 (RVR 1960)
A estos cuatro muchachos Dios les dio conocimiento e inteligencia en todas las letras y ciencias; y Daniel tuvo entendimiento en toda visión y sueños.

Cuarta ancla: mi apariencia física.

Cómo lucimos es algo que nos preocupa mucho a los seres humanos en todas las culturas y naciones de la tierra. Si bien los códigos de belleza varían mucho de un lugar a otro, algo es cierto: la apariencia física es radicalmente importante al momento de hablar y definir nuestra identidad. 

Dios quiere que yo me sienta bien con mi apariencia física y que llegue al punto de declarar lo que declaró el salmista: 

Salmos 139:14 (NVI)
¡Te alabo porque soy una creación admirable ¡Tus obras son maravillosas, y esto lo sé muy bien!

La apariencia física también está referenciada en el primer capítulo de Daniel. Veamos: 

Daniel 1:10-15 (RVR 1960)
10 y dijo el jefe de los eunucos a Daniel: Temo a mi señor el rey, que señaló vuestra comida y vuestra bebida; pues luego que él vea vuestros rostros más pálidos que los de los muchachos que son semejantes a vosotros, condenaréis para con el rey mi cabeza. 11 Entonces dijo Daniel a Melsar, que estaba puesto por el jefe de los eunucos sobre Daniel, Ananías, Misael y Azarías: 12 Te ruego que hagas la prueba con tus siervos por diez días, y nos den legumbres a comer, y agua a beber. 13 Compara luego nuestros rostros con los rostros de los muchachos que comen de la ración de la comida del rey, y haz después con tus siervos según veas. 14 Consintió, pues, con ellos en esto, y probó con ellos diez días. 15 Y al cabo de los diez días pareció el rostro de ellos mejor y más robusto que el de los otros muchachos que comían de la porción de la comida del rey.

Quinta ancla: mi propósito.

Dios es quien guía mi camino y le da sentido a mi existencia. Él tiene el control de todos los sucesos de mi vida y puedo descansar en Él. 

Mi parte es creer que el barco de mi vida está seguro si Él es quien conduce y lanzar las anclas de mi identidad cuando la tormenta venga y la marea suba. 

Es precioso ver como Daniel y sus amigos pudieron finalmente cumplir con su propósito. Sus vidas deberían ser un verdadero desafío para las nuestras:

Daniel 1:18-21 (RVR 1960)
18 Pasados, pues, los días al fin de los cuales había dicho el rey que los trajesen, el jefe de los eunucos los trajo delante de Nabucodonosor. 19 Y el rey habló con ellos, y no fueron hallados entre todos ellos otros como Daniel, Ananías, Misael y Azarías; así, pues, estuvieron delante del rey. 20 En todo asunto de sabiduría e inteligencia que el rey les consultó, los halló diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en todo su reino. 21 Y continuó Daniel hasta el año primero del rey Ciro.

Para finalizar, te invito a meditar en la manera de hablar de Job y en la manera de hablar del salmista que te presento a continuación: 

Vida sin propósito 

Job 3:11-16 (NTV)
11 ¿Por qué no nací muerto? ¿Por qué no morí al salir del vientre? 12 ¿Por qué me pusieron en las rodillas de   mi madre? ¿Por qué me alimentó con sus pechos? 13 Si hubiera muerto al nacer, ahora descansaría en paz; estaría dormido y en reposo. 14 Descansaría con los reyes y con los primeros ministros del mundo, cuyos grandiosos edificios ahora yacen en ruinas. 15 Descansaría junto a príncipes, ricos en oro, cuyos palacios estuvieron llenos de plata. 16 ¿Por qué no me enterraron como a un niño que nace muerto, como a un niño que nunca vivió para ver la luz?

Vida con propósito 

Salmos 139:1-6 (NTV)
1 Oh Señor, has examinado mi corazón y sabes todo acerca de mí. 2 Sabes cuándo me siento y cuándo me levanto; conoces mis pensamientos aun cuando me encuentro lejos. 3 Me ves cuando viajo y cuando descanso en casa. Sabes todo lo que hago. 4 Sabes lo que voy a decir incluso antes de que lo diga, Señor. 5 Vas delante y detrás de mí. Pones tu mano de bendición sobre mi cabeza. 6 Semejante conocimiento es demasiado maravilloso para mí, ¡es tan elevado que no puedo entenderlo!

¿Cómo quisieras hablar tú? ¿Cómo quisieras vivir tú? 

Te confieso que mi barco se ha movido mucho en mi área familiar, sentimental, laboral, académica, económica en diferentes momentos de mi vida; pero el Señor siempre me ha dado anclas de identidad para no ir a la deriva ni caer en despropósito. He descubierto que vale la pena esforzarse en ser diligente con los anclajes de mi barco y lanzarlos cuando sea necesario. 

Oración final

Señor: 
Yo soy lo que Tú dices que soy y lo que has hecho de mí.
Yo tengo lo que Tú me has dado.
Yo vivo la vida según las situaciones que Tú me permites vivir.
Yo hablo lo que Tú me hablas y me ministras al corazón.
Yo sirvo porque Tú me has hecho tu sierva.
Yo trabajo porque tengo un propósito.
Yo viajo, paseo, disfruto, bailo y sonrío porque me has dado un corazón alegre.
Yo soy lo que soy porque Tú me has dado una identidad. 

Dios te bendiga y te permita abrazar tu verdadera identidad en Cristo con todo el corazón. 

A continuación podrás encontrar la presentación completa de la prédica:

Andrea Suárez Salazar

2 Replies to “Las anclas de mi identidad”

  1. Qué lindo mensaje! Siempre es muy oportuno leer tus reflexiones. Andre, Dios te bendiga y te siga usando como instrumento de Su amor.

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