Déjame regalarte un poco de poesía
y unirme al coro de tus salmos, tus proverbios, tus cantares de cantares.
Déjame obsequiarte unas palabras y un derramar de besos,
de esos que te lleguen adentro, muy adentro en tus adentros.
Déjame quererte y aprender a amarte con el mismo amor que Tú me has dado,
como una fuente de aguas que salta, que vuelve; que salta, que vuelve.
Déjame mirarte al cerrar los ojos y entrar en el secreto de tu casa y de tu seno,
con la esperanza renovada de un despertar eterno.
Déjame, Señor, enteramente amarte y obedecerte,
como una hija que aprende y con frecuencia se sorprende.
Déjame, Señor.