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Buenas noches para todos,

En primer lugar, quiero desearles muchas bendiciones en el nombre de Jesús. Es un privilegio el poder congregarnos nuevamente para disfrutar de su presencia y meditar en su Palabra. En esta noche en especial quisiera compartir con ustedes algunos pensamientos acerca de un evento histórico que no solo ha marcado la historia de la humanidad, sino que ha pasado a convertirse en una profunda realidad espiritual para todos aquellos que nos llamamos cristianos: la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. ¿Qué significa que Cristo haya resucitado de los muertos? ¿cómo cambia este evento sobrenatural nuestra experiencia diaria con la persona de Jesús y con las demás personas? ¿qué significa dar buen testimonio de la resurrección de Cristo? y ¿cómo se logra esto? son algunos de los interrogantes a los que quisiera hacer referencia a lo largo de este tiempo de predicación, que he decidido titular: “Resurrección y buen testimonio”.

Recordemos que durante las reuniones anteriores hemos estado hablando acerca de la obra de salvación que logró a favor de toda la humanidad nuestro Señor Jesucristo en la Cruz del Calvario y que puede estudiarse desde cuatro momentos u obras: la justificación, la redención, la santificación y la glorificación. 

Hace un mes, Olguita nos habló acerca de la poderosa obra de justificación que consiste,esencialmente, en el haber hecho justicia sobre el cuerpo de Jesús en la Cruz, de modo que la ira del Padre no recayera sobre nosotros. A través de la obra de justificación y por causa de nuestra fe en la persona de Jesús, nosotros tenemos paz con Dios, su ira no nos destruye y su misericordia es extendida a nuestro favor, como nos lo ilustra el siguiente pasaje:

Romanos 5:1 (RVR 1960)
 “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”. 

A pesar de nuestra terrible condición de pecado, Dios el Padre decidió amarnos primero y enviar a su hijo unigénito para morir de la manera más vil y despreciable para salvarnos poderosamente. Nos ha hecho justos delante de Él (esto es, justificados) a través de Cristo y ha puesto un precio de altísima valía que nadie más hubiese podido pagar a nuestro favor: su sangre. El peso de la ira de Dios cayó sobre Jesús y por medio de nuestra fe en Él, no cae sobre nosotros ahora:

Romanos 5:8-9 (RVR 1960)
“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira”.

Hace tres semanas, Jose Eduardo nos compartió acerca de la obra de redención. La obra redentora que Jesús logró en la Cruz para nosotros se basa en un poderoso proceso de “compra”; esto significa que Dios nos compró a precio de sangre, para darnos completa libertad.

Romanos 3:24-26 (RVR 1960)
 “siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús”.

Adicionalmente, esta “transacción” espiritual de compra no solo nos ha concedido la gracia de ser plenamente libres, sino que permite que el Padre perdone y pase por alto, gracias a su paciencia, nuestras transgresiones y pecados contra su nombre.

Colosenses 1:14 (RVR 1960)
 “en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados”.

Hace dos semanas, Daniel Álvarez nos predicó acerca de la santificación, la cual puede definirse como el proceso mediante el cual Dios me santifica; es decir, me transforma conforme a la imagen de Jesús. Todo el que crea en su nombre será semejante a una oruga que es transformada en mariposa: cada vez será más hermosa, más hábil, más madura, más “santa”; esto es, será más como Jesús. Este proceso de santificación no tiene nada que ver con nuestras capacidades o habilidades para ser “autocambiados” o “autotransformados”. Viene por gracia absoluta cada vez que nuestro corazón se dispone realmente a recibir esa transformación. El Señor nos promete un solo camino: el de la santidad. Si andamos en él, Dios siempre estará junto a nosotros y no nos perderemos jamás.

Isaías 35:8 (RVR 1960)
“Y habrá allí calzada y camino, y será llamado Camino de Santidad; no pasará inmundo por él, sino que él mismo estará con ellos; el que anduviere en este camino, por torpe que sea, no se extraviará”.

Para finalizar, la semana anterior el pastor Luis Enrique nos explicó el tema de la glorificación: Dios nos permite disfrutar de su gloria mientras vivimos en esta tierra y también nos glorificará un día con Cristo por la eternidad. Para que esto fuera posible, nuestro Salvador tuvo que sufrir los más horribles padecimientos humanos. Fue afligido, con el fin de ser perfeccionado.

Hebreos 2:10 (RVR 1960)
 “Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos”.

¿Qué significa que Cristo ha resucitado de los muertos?

Ya hemos recordado un poco en qué consiste cada una de esas obras que expresan el plan perfecto de Dios para la salvación de todos los seres humanos. Ahora nos concentraremos en la resurrección, la cual tiene que ver directamente con el hecho de que yo he sido sepultada con Cristo para muerte de mi pecado, pero también he sido resucitada con Cristo para vida nueva. Leamos el siguiente pasaje: 

Romanos 6:1-14 (RVR 1960)
 “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado. Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él; sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive. Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro. No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia”. 

Yo he sido sepultada en mis debilidades y fragilidades juntamente con Cristo y el Señor me ha dado una vida diferente y única. No necesito endechar lo que son otros o lo que tienen otros, porque yo soy única para Dios. Cuando alguien a ti te pregunte en la iglesia que si te gusta alguien, tú puedes decir que sí… que te gusta Jesús. Y si ese alguien replicara diciendo que es normal que te guste Jesús, pero que se refería a alguien humano, tú le puedes decir que sí, que a ti “te gustas tú mismo”… que toda tu vida te encanta porque es una aventura, porque tienes tu propia realidad y circunstancias, tienes lo que puedes intervenir y sobre lo cual puedes decidir. Tienes un destino y propósito radicalmente diferente al de tu familia, tus amigos o tus compañeros de trabajo. 

Si cada uno de nosotros “nos gustáramos a nosotros mismos” y lo que Dios ha hecho de nosotros, viviríamos cumpliendo el destino para el cual fuimos creados. Por este motivo, yo te invito en esta hora a que medites en tu corazón -con toda sinceridad delante del Señor- qué tanto “te gustas a ti mismo”

El cuerpo de mi pecado está muerto y sobre un muerto no hay demandas de justicia.

1 Corintios 15:1-22 (RVR 1960)
“Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano. Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas, y después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí. Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo. Porque o sea yo o sean ellos, así predicamos, y así habéis creído. Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos? Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe. Y somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él resucitó a Cristo, al cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron. Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres. Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados”.

¡Qué precioso es este pasaje de Corintios! ¿no lo creen? Mi pasado está muerto y sepultado con Cristo. Tremendo. Mi pasado está realmente muerto. Y como si esta revelación no fuera en sí misma ya demasiado grande, Dios nos continúa impactando el corazón con su amor con lo siguiente: el mismo poder de Dios que operó para que Cristo fuese resucitado, es el mismo poder que opera en mí, para que yo sea resucitada y tenga la vida nueva que Él me ofrece.

Efesios 1:19-21  (RVR 1960)
“y cual la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero”.

Invita al Señor a resucitar en ti. Dale el regalo a Él de resucitar en ti, porque Él quiere hacerlo. Cuando su poder opera en mí su resurrección, hay una transformación total en mi vida y Dios anhela esto para mí de una manera profunda:

1 Corintios 15:35-54 (RVR 1960)
“Pero dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán? Necio, lo que tú siembras no se vivifica, si no muere antes. Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, ya sea de trigo o de otro grano; pero Dios le da el cuerpo como él quiso, y a cada semilla su propio cuerpo. No toda carne es la misma carne, sino que una carne es la de los hombres, otra carne la de las bestias, otra la de los peces, y otra la de las aves. Y hay cuerpos celestiales, y cuerpos terrenales; pero una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrenales. Una es la gloria del sol, otra la gloria de la luna, y otra la gloria de las estrellas, pues una estrella es diferente de otra en gloria. Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder. Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual. Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante. Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual. El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo. Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales. Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial. Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción. He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria”.

A pesar de que en el pasaje anterior se hace un mayor énfasis al hecho de que algún día despertaremos delante de Él totalmente resucitados y con una naturaleza incorruptible (después de nuestra existencia terrenal); no podemos dejar de reconocer el poder de la resurrección que Dios quiere hacer en mí ahora mismo

Si realmente el Señor ha resucitado en ti, se debe notar. No se trata de qué tanto hables del Señor, sino de lo que se vea de Él en ti. 

Lucas 24:1-8 (RVR 1960)  
“Y el primer día de la semana, muy de mañana, fueron al sepulcro llevando las especias aromáticas que habían preparado. Y hallaron removida la piedra del sepulcro; pero al entrar, no hallaron el cuerpo de Jesús. Aconteció que estando perplejas por esto, he aquí se pusieron de pie junto a ellas dos hombres con vestiduras resplandecientes. Como ellas les tuvieron temor y bajaron la cara a tierra, ellos les dijeron: –¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? no está aquí; más bien, ha resucitado. Acordaos de lo que os habló cuando estaba aún en Galilea, como dijo: “es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado y resucite al tercer día. Entonces ellas se acordaron de sus palabras”.

Este pasaje nos recuerda que Él salió de la tumba para habitar en tu corazón.

– – – 

¿No les ha parecido hasta ahora que el tema de la resurrección es bastante profundo? En verdad vale la pena continuar estudiándolo en casa, en presencia de nuestro Señor. Él mismo nos va a revelar secretos de su corazón en intimidad y podemos descansar en esta verdad. Por ahora, quisiera darles otras referencias para meditar acerca de este tema:

Efesios 2:1-6 – Dios nos resucitó dándonos autoridad y poder.
Colosenses 2:12-13 – Estábamos muertos y nos dio vida.
Colosenses 3:1 – El resucitado pone la mira en las cosas de arriba.
Apocalipsis 20:4-6 – Primera muerte y resurrección para vida.
Apocalipsis 20:11-15 – Segunda muerte.
Daniel 12:2 – Juan 5:29 – Serán despertados unos para vida eterna y otros para vergüenza y confusión perpetua.
Juan 5:28 – Los que están en los sepulcros oirán su voz.

¿Cómo damos buen testimonio de 
la resurrección de Cristo?

La caja de cartón significa nuestra propia vida, nuestros esfuerzos, nuestra manera de hacer las cosas. La caja transparente es la vida que permitimos que el Señor instale en nosotros. Cuando ponemos la obra de la Cruz (justificación, redención, santificación y glorificación) dentro de la caja de cartón, esa obra no se ve, no es evidente para las demás personas; pero cuando ponemos esa obra dentro de la caja transparente, entonces esa obra se hace evidente en nuestra vida y es donde nos volvemos un real y precioso testimonio para esta generación. Ya no tenemos que hablar mucho, porque las personas pueden ver lo que el Señor ha hecho en nosotros. Los esfuerzos cesan y mi vida se vuelve más natural y fluida.

Es importante que le pidamos al Señor que nos haga así: como esa caja transparente. Que nuestras vidas puedan develar lo que hay dentro del corazón y que seamos como cartas abiertas que pueden ser leídas por cualquiera. 

Por supuesto, la transparencia de esta caja también va a permitir que otros vean nuestros errores y debilidades, pero no debemos tener temor a que se vean nuestros errores de carácter, de temperamento, etc. 

El Señor es suficiente y Él es quien da buen testimonio de sí mismo a través de nuestras vidas. Es como si le gritara al mundo: “¡Miren quien soy yo y lo que puedo hacer en una vida! ¡Miren hacia adentro… ¡cómo la he embellecido!”

Tiempo de oración y ministración.

(Prédica en Reunión de jóvenes CCM – Agosto 4 / 2018)

Andrea Suárez Salazar

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