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Hace un par de semanas publiqué un devocional en audio que el Señor me permitió compartir en el desierto del Mar Muerto este año. Hablé acerca de la profecía, en especial de aquella que se encuentra en el capítulo 37 del libro de Ezequiel sobre el valle de los huesos secos. De corazón espero que la hayas escuchado y que haya sido de mucha bendición para ti.

Si recuerdas, al final del devocional mencioné cuatro objetos que hacían referencia a cuatro verdades espirituales que quería dejar marcadas en mi audiencia en esa ocasión:

El primer objeto fue una sombrilla ☂️. Yo la había llevado en mi equipaje y muchas personas tuvieron que ver con ella porque la usé mucho en todos los lugares que visité en Israel. Ese objeto representaba las cosas que habíamos llevado con nosotros al viaje y que necesitábamos conservar durante el mismo… es decir, todo lo que el Señor nos había hablado antes y de lo cual debíamos tener especial cuidado para no perder y regresar con ello a casa.

Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí.

Isaías 46:9 (RV 1960)

El segundo objeto fue una rosa roja 🌹. Esa rosa la había recibido en mi ceremonia de bodas en Canaa de Galilea algunos días antes de haber compartido el devocional en el Mar Muerto, y logré conservarla por casi todo el viaje. ¡Era hermosa! Ella representaba las cosas nuevas que el Señor nos estaba entregando durante nuestra travesía en Tierra Santa y las cuales debíamos guardar para traer en nuestro corazón de vuelta a Colombia.

En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti.

Salmos 119:11 (RV 1960)

El tercer objeto fue una maleta 🧳. Mi equipaje de mano lo había llevado vacío dentro de mi maleta de bodega grande, y significaba la importancia de siempre viajar con el corazón dispuesto para recibir cosas nuevas y traerlas a casa. Cuando estamos “vacíos” y con suficiente espacio en el corazón, el Señor nos puede dar regalos asombrosos para regresar a casa con ellos y bendecir a muchos.

(…) Más bienaventurado es dar que recibir.

Hechos 20:35 (b) (RV 1960)

El cuarto elemento fue un celular 📱. Mi intención al hacer referencia a mi teléfono era reflexionar sobre lo mucho que nos conectamos a un aparato electrónico en lo natural, y la gran necesidad que tenemos de conectarnos verdaderamente con el Señor en lo sobrenatural.

Cuando me acuerde de ti en mi lecho, cuando medite en ti en las vigilias de la noche.

Salmos 63:6 (RV 1960)

Pues bien… lo que yo no sabía al momento de predicar, es que Dios mismo estaba orquestando un testimonio precioso en torno a esos cuatro elementos, y que Él mismo me llevaría a poner en práctica el asunto de “profetizar sobre mis imposibles”. Por ello, quiero compartirte el testimonio de la manera en que profeticé sobre mi equipaje y lo que sucedió también con todo lo demás.

La maleta perdida

Después de haber vivido un tiempo espectacular en Israel, tuve el privilegio de quedarme una semana en Paris con algunos amigos de mi iglesia. Fue un tiempo maravilloso para conocer un país que me había siempre llamado la atención y de paso, poner en práctica todo lo que venía de aprender en Tierra Santa. ¡Gloria sea a nuestro Dios!

En mi viaje de regreso a Colombia, justo al momento de pasar por la aduana, perdí mi equipaje de mano. No me di cuenta de esto sino hasta el momento en que llegué a una sala de abordaje completamente vacía, en la que unos cuantos agentes de la aerolínea de Air France esperaban con angustia y enojo a las dos últimas pasajeras del vuelo: una amiga y yo. La verdad es que no sabría describir con palabras toda la locura que viví ese día: el estrés, la velocidad de los eventos, los miles de pensamientos que se cruzaron por mi cabeza… ¡en fin!. Lo que sí era cierto es que éramos las dos últimas en abordar y justo allí, me percaté de la terrible pérdida de mi maleta (¡la misma que había usado para predicar diez días antes, pero esta vez no vacía, sino llena de regalos y souvenirs hermosos para mi familia y amigos! ¡Qué gran pérdida!). Sentí un hueco en el estómago terrible, una sensación de ahogo interno que difícilmente puedo describir en mi blog mientras escribo.

Como es natural en una situación de estrés, uno no piensa demasiado bien las cosas. El notorio enojo de los agentes me golpeó fuerte en el corazón y la impotencia de recuperar mi maleta fue algo sobrecogedor para mi alma. Entre muchas voces en francés y en español que decían que me devolviera y otras que abordara el avión, escuché la molesta voz de una de las operadoras francesas del vuelo: “Son sac ou le vol” (“Su maleta o el vuelo”). Supe inmediatamente que no tendría ambas cosas al tiempo, y simplemente le respondí en francés: “Je vole. Je m’en vais” (“Yo vuelo. Me voy”); y acto seguido me subí al bus, el cual cerró y nos llevó directo al avión. Pude sentir todos los ojos sobre mí, los comentarios, los lamentos silenciosos de la gente y una suerte de vergüenza pública terrible. Terrible. No entendía muy bien lo que estaba pasando.

Ya en el avión, totalmente impotente, impactada por todo, pude comenzar a desenredar toda la situación con un colombiano que venía a mi lado y me preguntó sobre la maleta. Fue de mucha ayuda el poder hablar, pues mientras lo hacía mi mente se organizaba en cuanto a los eventos, y me llevaba a la comprensión de las cosas tal y como habían pasado… había muchos puntos vacíos en mi memoria, puntos que realmente no podía conectar bien.

Transcurridas más o menos unas dos horas de vuelo (y de una prolongada tormenta de confusos pensamientos en mi cabeza), comencé a llorar desconsoladamente por mi maleta perdida. El joven a mi lado permaneció en silencio, respetando mi llanto. ¿Cómo era posible que hubiera perdido la maleta que había llevado vacía y que traía llena de cosas lindas para mi familia y amigos? ¿Cómo podría ser tan tonta como para olvidar algo tan importante? Me culpé entre lágrimas una y otra vez por la torpeza de mi memoria, declarando con rabia sobre mi vida que era una mujer demasiado lenta, falta de sentido común, torpe, estúpida, etc. Me traté muy mal a mí misma por un largo rato, mientras atravesaba el océano Atlántico sin esperanza de volver a ver mi maleta de nuevo.

Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.

Juan 14:26 (RV 1960)

Doy gracias a Dios por el regalo que me ha dado con su Espíritu Santo, quien vino como mi consolador en medio de mi llanto a recordarme todo lo que me había permitido decir durante el devocional hacía algunos días. Tuvimos una conversación rápida que sonó algo como:

-“Andrea: volver a ver tu maleta es imposible para ti. No está marcada con tu nombre ni con el de la aerolínea. Está en medio de la nada en Europa y tú vas hacia Colombia justo en este momento. Tu maleta está totalmente perdida. Estás en medio de una situación realmente imposible. ¡Es hora de que profetices!”

“¿Profetizar sobre mi equipaje?”

“Sí, ¡profetiza sobre tu imposible!”

Mas os he dicho estas cosas, para que cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho. Esto no os lo dije al principio, porque yo estaba con vosotros.

Juan 16:4 (RV 1960)

“Señor: en realidad me parece increíble que Tú ya me hubieras dado la estrategia adecuada para cuando esta hora llegara. Gracias por recordarme lo que ya me has dicho y enseñado. Con gusto profetizaré”.

Así que me sequé las lágrimas, y vino sobre mí en aquel vuelo de Air France el espíritu de profecía del cual había hablado en el capítulo 37 del libro de Ezequiel. Me incorporé y comencé a declarar con autoridad sobre ese imposible. Recuerdo que dije algo como:

“Señor, solo Tú sabes si voy a ver mi maleta o no de nuevo. Esta situación parece perdida, pero mi tarea aquí no es volver sobre mi pasado, sino movilizarme en fe hacia mi futuro. Yo profetizo sobre mi equipaje. Declaro cadenas de oro alrededor de mi maleta en este momento. Nadie que desee acercarse a abrirla va a poder hacerlo porque Tú la sellas y la cuidas de una manera sobrenatural. Que todo aquel que se atreva a hacerle algo quede paralizado y no se atreva ni siquiera a tocarla. Tú sabes que ella no está asegurada ni marcada de ninguna manera, pero Tú que eres Dios todopoderoso y fiel, vas a guardar mi maleta; y en tu preciosa voluntad y según tu tiempo, Señor, y no el mío, harás que vuelva a mí en Colombia. Tú eres Dios y Tú lo sabes todo. Descanso en ti”.

No dije nada más. Lo que declaré en ese avión salió con autoridad y poder de mis labios. Lo sabía. Solo entonces, después de profetizar, fue que logré conciliar el sueño y descansar tranquila en el vuelo por un buen rato.

Fe, esperanza y amor

Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.

Hebreos 11:1 (RV 1960)

Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice el Señor, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.

Jeremías 29:11 (RV 1960)

Después de dormir un rato, me despertaron para recibir la comida (te recuerdo que de Paris a Bogotá hay alrededor de 11 horas de vuelo… ¡es un vuelo muy largo!). Luego tuve que sacar algo de mi maletín que permanecía guardado en la parte de arriba de mi asiento. Justo al bajarlo, vi en uno de sus costados una rosa rosada artificial hermosa con una etiqueta de la perfumería francesa Lancome. ¿Qué hacía esa rosa en mi maletín? ¿Quién la habría puesto ahí? Quedé absolutamente asombrada por el evento e inmediatamente el Señor habló a mi corazón diciendo:

“Hija, yo sé que me dejaste en Jerusalén la rosa roja natural que yo te di, y que tal vez te hubiera gustado traerla contigo de regreso… pues aquí está tu rosa. ¿Te gusta?” (1)

Y acto seguido me puse a llorar de nuevo como una pequeña niña que entiende que tiene un Dios demasiado, pero demasiado grande. ¿Cómo es posible que el Señor tenga cuidado de esos detalles tan pequeños solo para llenar mi corazón de su consuelo? Fue entonces cuando tuve certeza de lo que esperaba. Ver mi maleta de nuevo fue mi convicción real de lo que no veía; y di gracias a Dios por los pensamientos que tiene sobre mi vida: pensamientos de paz que me dan el fin que espero. ¡Nuestro Dios es asombroso!

Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor.

1 Corintios 13:13

¿Lo estás entendiendo ahora? La fe, la esperanza y el amor son regalos preciosos con los cuales Dios nos equipa para vivir todas las circunstancias de nuestra vida, por difíciles que ellas parezcan. Podemos llevarlos a todo lugar porque viven en nuestro corazón… pero sobre los tres, el más importante es el amor ❤️. Si no te sientes profundamente amado por Dios, no podrás darle la bienvenida a la fe y a la esperanza en tu vida. La motivación más grande para vivir es, sin duda, el amor de Dios; y no habría yo descansado verdaderamente en ese vuelo sin que una explosión de amor paternal hubiese sucedido al interior de mi corazón a través de una sencilla rosa rosada. ¡Su amor es sencillamente espectacular y deleitoso como ningún otro!

Declaración profética

Llegamos a Colombia finalmente y al reencontrarnos en migración se tocó nuevamente el tema de la maleta. Todos mis amigos y yo habíamos ya pensado en distintas posibilidades para tratar de comunicarnos con el aeropuerto Charles de Gaulle y averiguar sobre las opciones de recuperación de mi equipaje. Justo ese día no había línea telefónica en el aeropuerto internacional El Dorado, de modo que no me pude comunicar con el aeropuerto en Paris (¡imagínate eso! ¡el imposible volviéndose aún más imposible! jaja… me da risa de solo recordar toda la aventura).

El asunto es, apreciado lector, que yo ya había declarado una profecía sobre mi equipaje. Yo sabía que había salido poder profético de mí en ese avión y tenía certeza de lo que no veía. Ahora… ¿qué se supone que debía hacer yo para recuperar una maleta no marcada ni identificada de ninguna manera que estaba perdida en algún lado del aeropuerto de Paris, mientras yo estaba a más de 8.600 km de distancia? Era hora de comenzar a vivir en el mundo de la declaración profética de una manera activa, y comencé a prepararme para ello hablando con mi hermano por teléfono, justo antes de abordar mi vuelo Bogotá-Pereira.

Fue una conversación muy especial porque él no me juzgó, sino más bien me escuchó y entendió el dolor de mi corazón. Fue como si él y Dios se hubiesen puesto de acuerdo, pues me hizo sentir que estaba conmigo en mi dolor y que haría todo lo que estuviera a su alcance para ayudarme en medio del proceso. Solo Dios sabe lo importante que son las palabras de afirmación de mi hermano sobre mi vida, y le agradezco mucho por su reacción y actitud en ese momento duro para mi alma.

Gracias al Señor pude llegar muy bien a Pereira. Estaba mucho más tranquila y llena de la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento. Allí me esperaba mi mamá con un amigo cercano a mi familia, justo a media noche; pero ella no tenía ni idea de todo lo que había pasado y no estaba muy segura de cuál iba a ser su reacción al contarle todo. Cuando la vi, lo primero que noté es que me estaba esperando con un ramo de flores hermoso y justo en medio de ellas, una rosa roja viva preciosa. ¡Finalmente sí la había traído de regreso a casa! La rosa roja de mis bodas en Canaa de Galilea estaba conmigo ahora en Pereira; y no pude contener mi llanto de nuevo. Por supuesto, mi mamá quedó muy asombrada por mi reacción y después de todo lo que le conté, me recibió con amor y me dijo que a ella le bastaba con que yo hubiera llegado bien. No hubo ni un solo reclamo ni regaño. El amor de Dios me rodeó con toda su fuerza a través de mi familia y mi nivel de gratitud aumentó aún más.

“Haced memoria de las maravillas que ha hecho, de sus prodigios, y de los juicios de su boca,”

1 Crónicas 16:12 (RV 1960)

Para hacerte el resto de la historia corta, te cuento que ¡mi maleta perdida apareció al tercer día! Increíblemente fue identificada y guardada en un lugar seguro, hasta que Dios, mi hermano, mi mamá, mi tía y tres amigas (2), como un equipo trabajando a mi favor, lograron que regresara bien a Colombia un mes después. ¡Pude ver mi maleta de nuevo después de muchos días y no lo podía creer! Fue realmente una carrera contra el tiempo antes de que fuera destruida, y me sorprende pensar en que de verdad funcionó profetizar con fe sobre mi imposible. Hoy hago memoria de todas las maravillas que Dios hizo conmigo en medio de la prueba, y es por todo esto que hoy quise contarte mi testimonio con lujo de detalles. Recuerda que Dios está también dispuesto a obrar maravillas y prodigios sobrenaturales en tu vida.

  • ¿Cuál es tu imposible? No importa cuán difícil lo veas, hoy te animo a que profetices sobre él. Solo Dios sabe si ha de hacerse realidad, pero tu tarea es hablar sobre él con fe, esperar y confiar hasta que algo suceda. Es todo.

Equipaje celestial

Quiero despedirme con un último pensamiento. ¿Recuerdas el momento crucial en el que la operadora francesa me puso a elegir entre mi maleta y el vuelo? Pues bien, yo respondí: “Yo vuelo. Me voy”. Solo podía elegir una cosa, y por la gracia de Dios decidí volar. A pesar de lo mucho que me dolió en ese momento abandonar mi equipaje, decidí dejar todo lo material para volar de regreso a casa, porque mi vuelo era más importante que cualquier cosa que yo hubiese adquirido durante el viaje.

¿Sabes qué me charló Dios en este sentido? Me dijo que llegará el día, un momento en específico, en el que tendremos que decidir por las cosas de este mundo o por las de Él. No habrá un punto medio ese día y debemos estar preparados para tomar la mejor decisión. ¿Cuál decidirás tú? ¿Te devolverás por tu equipaje terrenal? o en su lugar, ¿tendrás un equipaje celestial preparado por Dios mismo para volar por siempre con Él? Dios permita que todos nosotros seamos entrenados para preparar, cuidar y guardar ese equipaje celestial, un tesoro en el cielo donde esté también nuestro corazón:

No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompe, y donde ladrones minan y hurtan; mas haceos tesoros en el cielo, donde ni polilla ni orín corrompe, y donde ladrones no minan ni hurtan: porque donde estuviere vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón.

Mateo 6:19-21 (RV 1960)

¡Dios te bendiga!

(1) La rosita rosada artificial que apareció en mi maletín la había recibido la hija pequeña de una amiga con la que viajé. Sin darme cuenta la puso en mi maletín para que la guardara durante el vuelo. ¡Toda la gloria sea para nuestro Dios!

(2) Quiero dar un saludo de agradecimiento especial a mi hermano Brian Cardona Salazar, a mi mamá Zully Salazar Zapata, a mi tía María Eugenia Salazar Zapata y a mis amigas Martha Isabel Duque, Tatiana Sánchez y Carolina Cortés por su cariño, compañía y apoyo durante ese largo mes de espera. Sea Dios recompensándoles de todas las maneras posibles todo lo que hicieron por mí y mi equipaje.

Andrea Suárez Salazar

5 Replies to “Profetizando sobre mi equipaje”

  1. Wuao como lo dices tú, toda Gloria sea para Dios, no pude evitar las lágrimas al ver los detalles de amor del Padre hacía ti y preguntarme cuantos regalos nos da Dios y no los percibimos? Por tener la mira en las cosas de abajo y no de arriba como dice su palabra. Clamo a Dios que me ayude a hacer tesoros en el cielo y no en la tierra y al interrogante que Dios te hacía sobre que elegirías las cosas de este mundo o las de El. En el nombre de Jesús declaró y le digo a mi amado que me decido por El. Ayúdame, enséñame a decidirme a diario por ti.
    Bendigo tu vida Andrea y que todo proyecto, escritura, todo lo que hagas sea para la Gloria de Dios. Un abrazo.

  2. André que hermoso conocer esos detalles de amor de parte de Dios.
    Es tan real y tan especial su amor y su cuidado. Estoy sorprendida con cada detalle. Gracias por cómo lo enseñas y lo aplicas.

  3. Sólo un verdadero apasionado por Dios y Su palabra, puede vivir, contar y compartir semejante experiencia; lo más asombroso es que sabemos cuan grande es Él y aún así nuestro asombro no cesa, aunque de continuo vemos Sus maravillas. Él es así de grande. Nunca olvido que un día hace años me dijiste que tú manera de llegar a otros sería testimonial mi Andre, (hela ahí, y qué inspección) Te quiero y admiro y Dios lo sabe. El Señor siga guiando y guardando tu vida y tu equipaje.
    Hermosa manera de narrar tu experiencia

    1. Muchas gracias por el comentario, Janeth. Que el Señor nos continúe utilizando para bendición de todos los que nos escuchan y nos leen. Hay aún muchos preciosos testimonios para compartir.

      Un abrazo con cariño. Yo también la quiero mucho.

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