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(Tiempo estimado: 7 – 9 minutos)

Quiero saludarte hoy, apreciado lector, con la penúltima entrada de esta mini-serie Grito por la vida. Durante estos últimos meses he estado hablando acerca del asunto del suicidio desde varias perspectivas; así que si no has leído toda la serie, te invito a hacerlo ahora para que puedas ponerte mejor en contexto: Grito por la vida, Alguien gritó por la vida, Un grito muy personal, ¿Un grito terminal?, Gritos por la vida y susurros de demonios y Una educación que grite por la vida.

“Él enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado”.

Apocalipsis 21:4 (LBLA)

En la entrada anterior hice una reflexión sobre la manera en la que la educación debería enfocarse hacia la vida y de cómo los maestros deberían entregarse a su labor cotidiana de enseñar con amor, pasión y entrega totales, buscando la personalización de sus aprendices. En esta ocasión, quisiera hablarte del llanto también desde una perspectiva educativa, personal e introspectiva:

  1. ¿Lloras con frecuencia?
  2. ¿Por qué motivos lloras?
  3. ¿Es llorar fácil o difícil para ti?
  4. ¿Cuál es tu opinión personal acerca de una persona que llora?
  5. ¿Qué crees tú que podría sentir, experimentar y aprender una persona cuando llora?

Espero que te tomes tu tiempo para meditar en estas cinco sencillas preguntas delante del Señor, antes de continuar.

Llorar

“Mi rostro está enrojecido por el llanto, y cubren mis párpados densa oscuridad”.

Job 16:16 (LBLA)

Llorar no debe ser un acto vergonzoso ni punitivo (como lo hemos visto socialmente muchas veces), sino más bien un acto de autoevaluación y reconstrucción. En este sentido, es de vital importancia entenderlo y ponerlo sobre la mesa en medio de la discusión sobre la despersonalización y la lucha constante con las ideas suicidas.

En primer lugar, diría que llorar es una de las experiencias más íntimas y profundas del ser humano. Implica desnudar el alma y permitir que sea lo que es… sin reservas, ni suposiciones, ni limitaciones; es quitarse la máscara y dejar que todo salga en un proceso de revitalización y rejuvenecimiento internos.

En segundo lugar, es cierto que cuando lloramos experimentamos dolor, pero también descanso reparador. Al llorar nos desahogamos y sufrimos un poco, pero también entendemos mejor las cosas, aquietamos el espíritu y nos calmamos. Llorar posibilita parar por momentos el viaje de la vida y hacer una evaluación de la subjetividad: llorar es evaluarnos como personas.

En tercer lugar, llorar de manera adecuada implica el hablar y el exponerme delante de otro, delante de Dios. Su Palabra nos indica que mientras lloramos sin hablar, nuestros huesos se envejecen:

“Mientras callé, se envejecieron mis huesos
en mi gemir todo el día”.

Salmos 32:3 (RVR 1960)

Llanto formativo

Pienso que el llanto puede vivirse de una manera muy preciosa si estamos acompañados de nuestro buen Padre. A través del llanto el Señor puede ayudarnos en la comprensión de nuestros problemas personales, emocionales, familiares e íntimos; y más allá de la crianza formativa de la que habla Miguel de Zubiría, creo que es necesario el llanto formativo al interior de la vida personal, así como en la vida cotidiana institucionalizada.

El llanto debería ser considerado como uno de los factores más decisivos e importantes en la formación del carácter y de la firmeza interior de cualquier persona; pues aceptar las frustraciones, los dolores, los sufrimientos y las vergüenzas hace parte del proceso de formación en amor y por tanto, del proceso de personalización.

Es frecuente encontrar instituciones educativas en las que el llanto es visto como un acto vergonzoso e incluso punitivo. En la vida escolar, es común avergonzar el llanto, castigarlo o recriminarlo de una manera fría y apática, lo que evidencia falta de sabiduría. Naturalizamos una barbarie en la vida íntima de la persona cuando avergonzamos el acto mismo de que llore, e incluso a veces -y más delicado aún- cuando no propiciamos momentos para que lo haga.

Llorar es necesario, pero no llorar de cualquier manera. El llanto que quiero promover en este escrito es un llanto formativo, que implica el volverse sobre sí, recogerse para encontrarse, hacerse preguntas, corregir lo que está mal y seguir adelante. Un llanto formativo es un tipo de llanto que sirve para asumir posiciones, retos y pensamientos introspectivos; un llanto que levante a la persona, que la revitalice en su interior y le dé energía; un llanto que sea acompañado, sentido, profundo, libre de temores y de reservas.

Un sistema educativo maduro debería ser capaz de propiciar esos espacios y no inducir a los estudiantes a pensar que llorar es un acto de debilidad o cobardía. Frases como: “los hombres no lloran”, “¿por qué llora?” o “eso no es motivo para llorar” han sido perpetuadas a través de los años de generación en generación como sentencias indelebles… instrucciones “educativas” que tienen como fundamento la vergüenza. ¡Qué triste!

Con esto, hemos vuelto al llanto un momento “evitable” que podemos pasar por alto para lograr los objetivos. Hemos vuelto el precioso momento formativo e “inevitable” del llanto en una perversión, y aun siendo un acto tan natural al ser humano, lo hemos perdido como posibilidad de crecer nosotros mismos y de hacer crecer a otros en él.

Llanto-acción

El llanto formativo tiene que ser también un llanto-acción. Debe ser un momento que deje huella en la acción y en la re–acción, como actos continuos y permanentes de la vida. El llanto debe ser capaz de hacer saltar a la persona a otro estadio de su vida y su autopercepción, de modo que pueda verse a sí misma de nuevo como en un espejo, reconociéndose y redibujándose constantemente.

Este tipo de llanto también debe ser capaz de permitir al ser humano reconfigurar las dimensiones de su ser, su pensar y su actuar en el mundo; de allí que tenga que ser un momento que garantice un regocijo posterior y la esperanza de un bienestar futuro con el Señor, consigo mismo y con otros.

El llanto-acción, apreciado lector, es un llanto que no tienes porqué vivir solo. Dios te ha garantizado estar contigo en tus momentos más difíciles y Él mismo se ha comprometido no solo a acompañarte mientras lloras, sino también a enjugar toda lágrima que sale de tus ojos.

“Pues el Cordero en medio del trono los pastoreará y los guiará a manantiales de aguas de vida, y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos”.

Apocalipsis 7:17 (LBLA)

Solo recuerda que en tanto “acción”, es importante que llores siempre con un propósito, sintiendo el abrazo del Padre sobre tu vida y comprometiéndote contigo mismo a procesar todos tus sentimientos con Él para que te enseñe y te guíe en el camino correcto.

Si eres maestro, no impidas que tus aprendices lloren… antes bien permíteles esos espacios para que se encuentren con el Señor y de manera activa asuman su vida personal según el destino que Él ha trazado para con ellos.

Hay muchas otras cosas que podemos aprender a través de la experiencia del llanto formativo y del llanto-acción, que tal vez no he tratado en esta entrada. ¿Quisieras compartirme algunas?

Un abrazo y muchas bendiciones para ti.

Andrea Suárez Salazar

8 Replies to “Gritos y llantos por la vida”

  1. El llanto hace parte de nosotros al igual q la risa … si llorar limpia y nos hace sentir mas livianos en cuanto al dolor … no es mas fuerte quien evita llorar … ojo el llanto solo debe ser momentanio no se puede convertir en un acto diario si es asi busca ayuda… Gracias

    1. Hola Yami,

      Muchas gracias por compartir conmigo lo que opinas acerca del llanto. Tienes razón. Llorar nos puede ayudar a desahogarnos y presentar todas nuestras quejas y cargas delante del Señor, porque lloramos con la esperanza de que Él nos levanta y nos consuela en nuestros momentos de dolor. Sin embargo, si es un llanto desesperanzador y sin Dios, en ese caso sería un llanto negativo que no nos ayudará a crecer.

      Muchas bendiciones y un abrazo.

  2. Hola Andreita te felicito, es hermoso lo que escribes, tan dulce y apacible, que El Señor te continúe inspirando a través de su Santo Espíritu y puedas llegar a muchos corazones, mu bendiciones, un abrazito😉

    1. Hola Adri,

      Gracias por escribir y darme ánimo en este bonito proyecto personal que he emprendido con el Señor en este tiempo. Me alegra que estés leyendo las publicaciones y espero que sean de mucha bendición para ti.

      Un abrazo.

  3. Algunas veces he escuchado que los hombres no lloran!! Pero Jesús lloró!! Y yo he llorado!! Andre!! En total acuerdo!!.. Dios nos ayuda y llorar permite expresar nuestras emociones aún cuando estamos alegres también!!!! Gracias…

    1. Hola César,

      Es cierto. Llorar nos ayuda no solo a poner todo bajo el control del Señor, sino que además nos permite tener orden en nuestro ser interior a nivel mental y emocional.

      Un abrazo y que el Señor te continúe bendiciendo.

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