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Hablar de suicidio no es nada fácil, en especial si te has enfrentado cara a cara con esta dura realidad que te ha arrancado del alma a uno de aquellos a quienes amas. Sin embargo, considero que ha sido una gran bendición para este tiempo de mi vida y mi deseo es que para ti también lo sea. Por esta razón, si no has leído las anteriores publicaciones de esta serie sobre el suicidio, te invito a que lo hagas ahora: Grito por la vida, Alguien gritó por la vida, Un grito muy personal y ¿Un grito terminal?. Así podrás tener un panorama más amplio de lo que estoy hablando.
La Supremacía de la Biblia
Para comenzar, quiero decirte que estoy agradecida con el Señor por el gusto personal que siento hacia la lectura y el estudio en general. Reconozco que la teoría es, en muchas ocasiones, de gran ayuda para tratar de comprender y también explicar algunas realidades o fenómenos de la vida. No obstante, no existe sobre la tierra ni en el universo enteros una fuente tan vasta y tan perfecta de conocimientos que supere La Santa Palabra de Dios. Es ella la revelación exacta de toda verdad y, como bien lo afirmaba Dabai Bamalyi (2012) en su tesis “A Theology and Philosophy of Christian Education”: “es la fuente primaria y el único criterio inerrante para la verdad, pues todos los hechos y las opiniones presumidas deben ser puestas a prueba por ella” [Versión traducida].
En virtud de ello, hoy quiero nuevamente dar gritos de vida y callar con ellos los susurros de los demonios. Destacaré en la presente publicación la supremacía de las Santas Escrituras mediante las cuales nuestro Dios se nos ha revelado; y con ello, resaltaré una tesis sencilla relacionada con el asunto de la autodestrucción humana: el suicidio es uno de los objetivos del enemigo más acérrimo de nuestras almas, que es el diablo.
El propósito del diablo
Juan 10:10
“El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (RVR 1960).
Satanás es real porque está registrado en la Biblia y de él hay múltiples referencias tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Como lo afirma el versículo anterior, busca robarnos, matarnos y destruirnos por completo; así que no te sorprendas cuando te diga que en verdad hace fiesta cuando un ser humano se suicida. Es terriblemente doloroso, pero es cierto; y mal haría yo en hablarte de suicidio si no te hablo igualmente de ese ser tan despreciable que celebra la despersonalización y manda a su séquito de demonios a susurrar depresión, soledad, desencanto y negación al amor de Dios en los oídos de los desesperados.
No me he olvidado de lo que afirma la Palabra del Señor al explicarte el tema de la despersonalización (¡Que Dios nos ayude a meditar siempre en los dichos de su boca!). El asunto es, apreciado lector, que debo ir explicándote con calma cómo es que se destruye una vida por completo contra la voluntad eterna de nuestro amoroso Padre.
La tarea de los demonios
Habíamos hablado que, en consonancia con la teoría del personalismo de Mounier, dejar de ser persona es un asunto bastante grave. Una persona va “dejando de ser” de una manera muy sutil, hasta llegar a sentirse como solamente un individuo. Este proceso lo he llamado despersonalización y es básicamente un período de tiempo en el que la persona experimenta sentimientos profundos de depresión, soledad, desencanto y negación al amor de Dios, dándole rienda suelta al enemigo y a su ejército de demonios.
Esta muerte que se da lentamente al beber la fórmula mortal de una especie de cianuro emocional es como un grito terminal, una enfermedad interna que logra la total destrucción con el paso del tiempo. Ahora, lo que debes entender es que hay alguien que prepara esa poción altamente venenosa y es Satanás; pero no solo la prepara, sino que además envía a potestades demoníacas para que administren sus mortíferas dosis en los corazones susurrándoselas al oído. Estas fuerzas demoníacas que se encuentran descritas en muchos pasajes de la Biblia son absolutamente reales y tienen un poder de convencimiento increíble sobre aquellas vidas que no se sienten hijas de un Padre bueno.
Efesios 6:12
“Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (RVR 1960).
¿Te está quedando más claro ahora? La esfera espiritual es supremamente real y nos ayuda a entender el porqué el asunto del suicidio no es solamente una cuestión de sentimientos o emociones humanas como la tristeza o la desesperanza. Es también un ataque directo del diablo que busca que el ser humano se despersonalice totalmente, pierda su identidad como hijo de Dios, no se reconozca valioso ni para él mismo ni para nadie, y desvaríe hasta tal punto de creer que su existencia no es necesaria.
En efecto, nuestra lucha espiritual es contra principados, potestades y gobernadores de las tinieblas que no gritan, sino que susurran al oído del ser humano despropósitos y confusiones. Sus voces son musitadas al oído interno de la persona de manera constante, haciendo que entre en el caos y la locura. Las huestes espirituales de maldad viven en las regiones celestes y están prestas para estorbar al hombre siempre para que no sea feliz con su vida y sea acabado completamente.
La cura
Hay una preciosa cura para todo aquel que se sienta desesperanzado en esta hora y sienta que no es capaz, por mucho que lo intente, de acallar los susurros de los demonios en su corazón. La cura es Jesucristo. Él es el único que tiene el poder de personalizarnos; esto es, de hacernos personas radicalmente nuevas y diferentes. En Él nos sentimos como los hijos amados de su complacencia, pues Él mismo lo fue primero para el Padre:
Mateo 3:17
“Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (RVR 1960).
Tu cura es Jesús. Solamente Él. Nuestro mejor antídoto contra ese lamentable grito terminal es su misma presencia instalada en nuestros corazones todos los días. No hay cianuro emocional que pueda amenazar muerte cuando su presencia está en nuestras vidas y no hay forma de sentirnos nunca individuos cuando experimentamos el poder de su abrazo y de su compañía hasta en los momentos más oscuros de nuestras vidas.
Permite que el Señor sea siempre tu mejor medicamento. La magnificencia de su poder lo puede todo en nosotros. Todo.
Lucas 1:37
“porque nada hay imposible para Dios” (RVR 1960).
Dios te bendiga.
❤
Me alegra que la publicación te haya gustado y bendecido, Jorge.
Un abrazo.
El suicidio es la voz desesperada de aquel a quien ya no le queda ni una esperanza; no del hombre, sino del diablo. Pues en Dios “mientras haya vida, habrá esperanza”
Así es, Nancy. Tienes razón. Nuestra única y verdadera esperanza de vida y de gozo es Jesucristo. Mientras estemos en Él, hay esperanza para nosotros.
Dios te bendiga.
¡Amén!
Si: ¡Amén!
El señor nuestro mejor medicamento. Gracias por compartirlo. Bendiciones
Así es, Tatiana. Dios es por siempre y para siempre nuestra mejor medicina.
Dios te bendiga.