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Tengo 34 años y hoy habito un espacio sacerdotal que hace honor a las buenas costumbres y al intelecto. Es algo así como mi palacio, mi tabernáculo… un lugar desde el cual puedo ser, vivir y narrarme de una manera increíble. A diario me saludan cientos de libros que tengo ubicados muy intencionalmente en una biblioteca que me acompaña desde hace años y que, sinceramente, constituye una de mis posesiones más preciadas.

En la parte más alta de mi biblioteca hay una serie de empastados que lucen como una enciclopedia de la Edad Media: grandes libros de pasta dura color vino tinto con letras doradas, que vienen a ser -ahora lo entiendo- parte de la enciclopedia de mi vida. Esta enciclopedia, muy a mi pesar, ha perdido ya algunos de sus volúmenes, pero los que ahora quedan (19 en total), son la muestra del interés de mi madre por tratar de conservar mi historia y a la vez un regalo de Dios para mí justo en esta época de mi vida. Dichos empastados son el resultado de un trabajo juicioso de alguien que tomó mis cuadernos y tareas desde el preescolar hasta la universidad, y diligentemente los puso en orden cronológico. Llevan por título mi nombre (¿o debería decir mis nombres?), el nombre de las instituciones en las que he estudiado y los años en los que transité por esos lugares.

Cualquiera que viniera a mi apartamento ahora y escuchara la historia de los tomos enciclopédicos de mi vida escolar, no dudaría en decir que he sido, desde muy pequeña, un sujeto escolarizado. La evidencia diría a gritos que lo soy; pero muy en lo profundo de esas páginas bien organizadas y sabiamente enumeradas, lo que hay es una verdad que había permanecido oculta y que hasta ahora me ha sido develada: fui educada en casa y no lo sabía. No sabría explicar muy bien lo que siento al descubrir que, en esencia, gran parte de quien soy ahora es el resultado del trabajo de una familia homeschooler (que tampoco sabía que lo era).

Recuerdo a mi abuela como una mamá maestra. Había tenido por varios años un jardín infantil y al convertirse en abuela, asumió con excelsa alegría la tarea de educarme en casa. Por supuesto, fui matriculada en un colegio desde muy temprana edad, pero hoy no dudo al decir que mi mejor escuela fue mi casa. La verdad es que no recuerdo que la escolarización me hiciera tan feliz como mi abuela enseñándome cosas nuevas y diciéndome en las tardes: “venga, mamita, yo le explico bien lo que no entendió usted en el colegio esta mañana”. De hecho, fue en mi casa en donde leí los libros que me incentivaron más al aprendizaje y al estudio; y fue también en mi casa, junto a mi abuelo, donde realmente volé a mundos desconocidos con mi infantil imaginación al compás de su dulce voz leyéndome al oído, mientras me mecía en sus piernas o intentaba dormirme en las noches. Son algunos de mis mejores recuerdos de infancia.

Varios de mis cuadernos empastados en aquellos tomos enciclopédicos titulan: “Mi cuaderno de vacaciones”, una iniciativa de mi abuela que comenzaba justo el día en que salía a mis vacaciones escolares de mitad o fin de año. – “El aprendizaje nunca se detiene”, me decía; y cada día, sin falta, me ponía tareas de urbanidad, aritmética, ortografía y lenguaje en mi cuaderno de vacaciones. Debo confesar que no siempre me gustó su iniciativa (especialmente en esos días en los que quería salir primero a jugar con mis amiguitos), pero… ¡cuánto hoy agradezco el haber tenido una abuela tan apasionada por el estudio y la lectura, y por la disciplina con la que me exigía llevar mi cuaderno de vacaciones!

Ilusiones infantiles

“Ilusiones infantiles” fue el nombre que por muchos años tuvo la escuelita que mi familia fundó para mí en mi propia casa. Entre mis abuelos, mi madre y mi tía, se las ingeniaron para crearme todo un espacio escolar de juego genial (que disfrutaba mucho, ¡muchísimo más que ir al colegio!). Entre todos me acomodaron un súper tablero de madera, un juego de tizas blancas y de colores, un delantal diseñado a mi medida por mi abuela y una especie de salón en donde mis amiguitos del vecindario iban en las tardes a hacer las tareas de la escuela y a recibir las clases que yo les daba.

Era la directora y la única profesora de mi escuelita. Mi abuela siempre insistió en que así lo fuera, a pesar de que muchas veces le pedía que fuera ella -mi gran mamá maestra-, la que nos deleitara con sus lecturas y sus clases de primera. – “Más adelante, mamita. Más adelante les enseño cosas a todos en la escuelita. Por ahora me gusta que sea usted. Disfruto verla cómo enseña”. ¡Qué bien me han hecho sus palabras! ¡Con cuánto gozo y agrado hoy recuerdo a mi abuela y sus sabias declaraciones sobre mi vida!

Ahora bien, en mi presente proceso de formación doctoral, entiendo que su modelo no era propiamente el de homeschooling o educación en casa tal y como lo conocemos ahora (a pesar de que en ocasiones no me llevaba al colegio para quedarse en casa conmigo leyéndome cosas o enseñándome a dibujar y a pintar). Pese a ello, al recordar mi infancia puedo ver vestigios de un modelo de educación flexible o flexi-schooling, del cual he recogido muy bellos y poderosos frutos. Uno de ellos es el colegio que Dios nos permitió fundar a un equipo de trabajo en el año 2019, después de muchos años de intentar legalizarlo. El Colegio León de Judá, que tiene sede en Manizales (Colombia), es evidencia de que la escuelita que mi abuela fundó para mí al fin de cuentas no era solamente una “ilusión” ni tampoco era “infantil”, pues tenía en sí misma la potencia de convertirse en una “realidad” ya en mi vida “adulta”.

¡Me sorprende pensar en la forma en la que Dios tomó mi ilusión de niña y a su manera la transformó en una tangible realidad siendo ya grande!

Linda metodología

Al colegio le debí por años el miedo a hablar en público; a mi familia: el teatro.
Al colegio le debí la timidez y la vergüenza; a mi vecindario: mis amigos, mis hermanos.
Al colegio le debí el temor a jugar; a mi escuelita: el jugar a aprender y el aprender a jugar.

Por todo ello, lo que hoy sí sé que antes no sabía, lo que me asombra ahora y me llena de alegría, es leer en la enciclopedia de mi corta vida, que fui educada en casa… ¡oh, cuán linda metodología!

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A continuación podrás leer la historia en formato PDF.
Dios te bendiga.

Andrea Suárez Salazar

23 Replies to “Fui educada en casa y no lo sabía”

  1. No resistí las ganas de leer esta maravillosa nota y viajar a través de este escrito al pasado 😰😰muy lindo escrito y bien por ti! las enseñanzas de tu abuela y los aportes de todos y tu perseverancia se ven reflejados hoy en tu diario vivir ! Sigue así que Dios te tiene cosas muy lindas para tu futuro !😘😘

    1. Qué belleza mi André… Viajé en esa linda historia… Qué maravillosa tu abuela… Qué hermosa la obra del Señor en tu vida… Cuánta inspiración… Las clases tuyas como docente del colegio son unas de las favoritas de mi hija… El Señor te siga bendiciendo y embelleciendo en su presencia… Un abracito!

      1. ¡Hola Adri!

        Muchas gracias por tan sentido y cálido comentario. Me haces sentir muy especial y bendecida. Que Dios mismo sea concediéndome la gracia de ser inspiración para otros, así como lo fue mi abuelita para mí.

        Te mando un abrazo y muchas bendiciones en Cristo Jesús, nuestro Señor.

    2. ¡Qué bonita historia de vida! Honrar a nuestra familia es también honrarnos a nosotros mismos. No conocí a tu abuela, pero de ella escuché todos las bonitas cualidades que nos recreas en tu escrito. Seguramente tú eres una excelente representación de ellas.😘😘 Sigue creando cosas maravillosas. 👏👏

      1. Hola prima,

        Muchas gracias por tu comentario y por tus buenos deseos para mí. Es verdad… mi gorda fue una linda en muchísimos sentidos; y estoy muy agradecida con Dios por habérmela prestado tantos años. Mi papá la admiraba demasiado y también vivía muy agradecido con ella. Al recordarla a ella, me hiciste recordarlo a él también.

        Te mando un abrazo y muchas bendiciones.

    3. ¡Hola tía linda!

      Muchas gracias por tu comentario y por todo el amor que me expresas siempre. Tú haces parte de esta historia y me gusta saber que te hice recordar a la gorda y todo lo que hizo por nosotras.

      Te agradezco por ser coequipera de mi mamá y de mis abuelos en mi educación; y por seguir amándome, ayudándome y creyendo en mí de la manera en que lo haces. Estaré por siempre agradecida con Dios por ti y por toda la familia con la que me bendijo al permitir que naciera y viviera en esta tierra.

      Te amo por siempre.

  2. Que hermosa experiencia, cuan misericordioso nuestro amado Dios, disponer nuestra casa, la primera experiencia que trastoca nuestros corazones al tiempo que las restaura.

    1. Hola Paula,

      Tienes razón. Nuestro Dios es amoroso y misericordioso siempre. Aún cuando no lo vemos o no somos conscientes de Él, siempre halla la manera de encontrarnos e ir escribiendo nuestra historia. Veo su mano de escritor sobre mi vida desde mi temprana infancia, por lo cual tengo el corazón lleno de gratitud y esperanza en el futuro.

      Dios te bendiga y gracias por tu comentario.

    1. ¡Qué linda, Nilen! Muchas gracias por estar siempre pendiente de mis publicaciones. Te quiero mucho y también te extraño.

      Un abrazo para ti.

  3. 👏👏👏👏 Excelente, significativo y sentido escrito! Cuánto te admiro mi Andre! Dios continúe bendiciéndote segundo a segundo. Mientras lo leía, recordé a mi padre. Gracias a él puedo decir que también fui educada en casa. Te quiero, mi Andre. Bendiciones. Sigue brillando e iluminando a quienes te rodean.🥰

    1. Amén, Taty. ¡Qué lindas palabras! Lo que dices es muy cierto: nuestra familia y el ambiente de nuestra casa durante la infancia influyeron mucho en quienes somos ahora.

      Me complace saber que tengo una colega tan especial, que comparte conmigo el amor y la pasión por la docencia.

      Te mando un abrazo.

  4. Tu abuelita fue una mujer maravillosa, recuerdo que de niño siempre me enseñaba algo nuevo a través de sus crucigramas, definitivamente tenía una vocación muy especial para generar en los niños un deseo por aprender. Dios bendiga su legado y el tuyo trayendo luz a esta generación a través de la educación.

    1. Hola Juan Martín,

      Así es: mi abuela fue una verdadera mamá maestra, capaz de despertar una motivación genuina por el aprendizaje. ¡Me hiciste recordar cuando ibas al apartamento a hacer crucigramas con nosotras! ¡Qué lindas noches y recuerdos!

      Bendiciones.

  5. Andrea qué maravilla de historia. Me alegra mucho saber que has tenido la oportunidad de descubrir las maravillosas obras de nuestro Señor y sus propósitos en tu vida, sobre todo que toda tu historia haya contribuido a que plasmaras un sueño tan maravilloso como el Colegio León de Judá que seguro aporta demasiado a esta sociedad y para nuestro reino. Un abrazo!

    1. Hola Carlos,

      Gracias por tus sentidas palabras y por ser también parte de este sueño. Sé que el colegio hace parte de tu corazón y me alegro al recordar todo el tiempo que trabajamos juntos. Es bonito saber que hay personas con quienes tenemos profundos sueños compartidos.

      Aprovecho también para agradecerte por todo lo que has aportado para que León de Judá hoy sea una realidad que muchas familias están disfrutando.

      Dios te bendiga.

  6. Totalmente cierto. Que tremendo el cuidado de Dios perfectamente guiado a lo que hoy eres. Que el Señor te dé muchas fuerzas y su gloria este sobre tu vida. Te quiero mucho vo 🧡

    1. Tan linda, mi Katte. Muchas gracias por tu comentario. En verdad el cuidado de Dios sobre nuestras vidas es increíble… todo lo que hace es con un propósito eterno.

      Un abrazo con cariño.

  7. Excelente Andre!
    Una narrativa muy linda que solo puede ser entendida al mirar y contemplar tu historia de vida en oración. Qué Dios te siga revelando las grandes cosas que tiene para ti. Un abrazo.

    1. Gracias, Dianita. Que así sea, en el nombre de Jesús. Agradezco a Dios por tu vida y por tus palabras: siempre tan motivadoras y especiales hacia mí y hacia mis textos.

      Un abrazo.

  8. Andre No sabes la admiración que siento por ti y lo feliz que me siento al saber como se han materializado todos tus sueños y tus propósitos, me dio mucha nostalgia recordar la escuela donde nos enseñaste muchas cosas y recordaba todas las anécdotas mientras te leía, y por supuesto recuerdo tu enciclopedia.
    Mucho admiración para ti Andre, Dios te bendiga.

    1. Hola Yaneth,

      Muchas gracias por tu comentario. ¡Qué lindos recuerdos guardo de esa época de mi vida junto a ti y a todos nuestros amigos de vecindario! Es precioso ver cómo las ilusiones de la infancia se convierten poco a poco en realidades en la vida adulta. Dios te bendiga. Te mando un abrazo.

      Andrea

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