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(Tiempo estimado: 11 – 13 minutos)

Recibe un cordial saludo, estimado lector.

Este mes es el quinto aniversario de mi blog “Encuentros con el Padre” y quiero celebrarlo compartiendo contigo mi testimonio.

Haciendo honor al asunto de la paternidad que inspira el título de mi blog, esta vez me gustaría contarte sobre la manera en la que Dios se me ha venido revelando como Padre durante los 18 años que llevo caminando de su mano. Estoy muy agradecida con Él por la oportunidad que me ha dado de compartir esta historia en varias ocasiones, y de corazón espero que todo lo que voy a contarte pueda ser de bendición y edificación para ti.

He decidido titular esta entrada: “El triple abrazo del Padre” porque este concepto del abrazo ha sido profundamente revelador para mi vida. En primer lugar, me gustaría hacer mención de por lo menos cinco heridas asociadas con la paternidad; y en segundo lugar, contarte acerca de la manera en la que Dios trató con ellas hasta llevarme a ser una mujer totalmente sana. 

Heridas

Las heridas de las cuales quiero hablarte son: 1. Rechazo, 2. Abandono, 3. Separación, 4. Olvido y 5. Orfandad.

  1. Rechazo

Yo fui rechazada desde el vientre de mi madre porque mi papá la dejó cuando quedó en embarazo en su adolescencia. No fui una hija ni planeada ni deseada, por lo cual mi llegada fue una sorpresa para todos. Al nacer, por supuesto, tanto mi familia materna como paterna me recibieron muy bien y alegré el corazón de todos.

  1. Abandono

Cuando tenía 18 meses de nacida, mi papá acordó una cita con mi mamá en un parque para conocerme y después de eso se fue a convivir con ella y conmigo con el deseo de comenzar una vida en familia. Luego de un par de años, las cosas no funcionaron y mi papá me dejó con mi mamá en la casa de mis abuelos. Allí fui herida con el abandono.

  1. Separación

A la edad de 9 años, mi papá hizo su segunda aparición en mi vida. Vino a Manizales y me llevó a una notaría a reconocerme como su hija poniéndome su apellido “Suárez”. Hasta ese momento mi nombre había sido “Andrea Salazar”. Fue el inicio de un tiempo diferente, puesto que mi padre venía con más frecuencia a Manizales para visitarme, sacarme a pasear, tomarme fotografías y llevarme a piscina. Lo recuerdo como un tiempo muy especial.

A la edad de 16 años y por varias circunstancias de la vida, mi papá y yo tuvimos una conversación muy sorprendente y dolorosa que la verdad no esperaba. En esa conversación me sugirió hacer un trato: el de separarnos y olvidarnos. Me dijo que él se iba a olvidar de que tenía una hija y que yo me debía olvidar de que tenía un padre. Yo acepté el trato y fui herida con separación de una manera inconsciente.

  1. Olvido

Así pues, nos olvidamos el uno del otro por los dos años siguientes a la separación. A la edad de 18 años, tengo un sueño en el cual llamo a mi padre, le pido perdón y lo perdono.

Al día siguiente, hice todo lo que vi en el sueño: lo llamé, le pedí perdón y lo perdoné. En esa llamada me preguntó si podía venir a hablar conmigo a Manizales, yo accedí y la relación se restauró de una manera muy especial. Este fue el inicio de un año muy bonito con mi padre, en el que podía acercarme más como un amigo, contarle mis cosas y compartir más libremente con él. 

  1. Orfandad

Un año después de haber comenzado a construir una linda relación con mi padre, fui de vacaciones a los llanos orientales con mi hermano y con un hombre que era una figura muy paternal para mí en ese momento. Dios lo había puesto como un protector sobre mi vida y de verdad lo sentía tan cercano como un padre. Una noche me invitó a salir del hotel y me pidió que lo siguiera. Yo no entendía muy bien hacia dónde íbamos ni porqué, pero lo seguí por unas tres cuadras hasta llegar a su oficina. Levantó el teléfono, marcó y me hizo sentar en su escritorio de juez. Mi mamá estaba al otro lado del teléfono y me dio la noticia de que mi papá había tenido un accidente. Había fallecido por una caída.

Fue un momento de shock, tremendamente difícil y doloroso. La verdad no me esperaba vivir algo tan repentino y tan complejo. En ese momento, ese juez me abrazó y trató de consolarme sin decir palabra alguna. Al día siguiente comenzó mi travesía de viaje para el funeral de mi padre en Manizales. Mi mamá viajó desde Manizales para recogerme en Bogotá y nos vinimos juntas. Fue un viaje de un poco más de 30 horas en el que tuvimos muchos, pero muchos inconvenientes. 

Llegué al funeral de mi padre, me encontré con mi hermana y le pregunté qué clase de accidente había tenido mi papá. Solo sabía que se había caído, pero no entendía porqué, ni cómo, ni los detalles de su muerte. Ella me miró con una cara que aún recuerdo y me preguntó que si era cierto que yo no sabía la verdad. Me impactó mucho la pregunta y, en efecto, le dije que no sabía nada. Necesitaba que me explicara lo que en realidad había pasado.

Finalmente, mi hermana me dijo: “Andre, mi papá ya se quería ir”. “¿Cómo así?”, repliqué. “Él no se cayó, Andre. Él se lanzó de un edificio desde el décimo piso”

La verdad es que yo nunca he tenido forma de explicar el dolor tan horrible que sentí con esas palabras. Fue -y ha sido hasta ahora- el momento más doloroso que he sentido en toda mi vida. Hasta ese momento mi corazón ya estaba roto, pero el suicidio de mi padre me dejó el corazón hecho trizas, partido en mil pedazos. Imposible de restaurar. 

En ese momento de dolor, toda mi familia se dio cuenta de que mi hermana ya me había contado la verdad; y mi novio me tomó, me sentó en sus piernas y me abrazó. Me dejó llorar y llorar como un bebé entre sus brazos, sin decir nada. Fuimos luego al entierro y al salir me fui con mis tías para su casa. Eran más o menos las 5pm cuando llegamos y encontramos dos sobres de manila sobre la mesa con la letra de mi padre. Un sobre iba dirigido a la familia y el otro sobre, a nosotras dos (es decir, a mi hermana y a mí).

Después de tomar algo, mis tías me entregaron el sobre, me entraron en una habitación y me dejaron allí con esa carta, a la cual mi padre había llamado “Desistir”. La verdad es que no recuerdo qué pasó después de leerla. Solo recuerdo que al despertarme estaba en una cama tomando agua, y mi hermana estaba en otra cama llorando con la misma carta entre sus manos. Ese fue el máximo dolor que experimenté en esos días. 

Hay muchísimos detalles de ese tiempo de los que podría hablar más, pero solo puedo decirte que yo sentí como si a mi alma le hubieran atravesado una espada de doble filo y se había quedado adentro. Por los próximos cinco meses después del suicidio de mi padre, realmente sentía que nada ni nadie podría sacarla de allí. 

¿Lo ves, estimado lector? Yo fui herida con rechazo, abandono, separación, olvido y una profunda orfandad. En realidad sentía que me había quedado huérfana y ya la muerte y mi tristeza eran irreparables. Fue en ese preciso momento en el que el Señor mismo me encontró.

Sanidad total

Que Dios mismo me haya encontrado en el filo del abismo es algo por lo que siempre estaré agradecida. Él comenzó a revelarse a mí como Padre de una manera preciosísima y trajo sanidad total a este corazón huérfano, deprimido, desamparado y sin esperanza.

Durante ese proceso, Él trajo a mi corazón también cinco cosas: 1. Aceptación, 2. Rescate, 3. Unión, 4. Recuerdo y 5. Paternidad.

  1. Aceptación

“Para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado”

Efesios 1:6

El período posterior a la muerte de mi padre fue muy, pero muy difícil. Mi corazón se llenó de tristeza, de desesperanza, de soledad y de dolor. Con frecuencia me sentía sola y comencé mis terapias con siquiatría muy rápido. Tomaba muchos medicamentos y era difícil estudiar y concentrarme. Viví unos días muy difíciles, pero no había llanto en absoluto. Como dice la Palabra:

“Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día”.

Salmos 32:3

La primera vez que le dije la verdad a alguien fue a una vecina y fue ella quien me comenzó a ayudar a salir de la desesperanza. Me organizó una cita con el pastor de jóvenes de mi iglesia local en Manizales y recuerdo que llevé dinero ese día para pagar por su “servicio psicológico”.

Esa primera consejería tomó casi dos horas y cuando salí, me dijo que no le debía nada. Yo me quedé sorprendida. Me dijo que todo esto sería “por gracia” y quedé súper impactada por el hecho de que me hubiera prestado un servicio psicológico de dos horas sin haberme cobrado ni un solo peso.

Recuerdo que ese día yo había entrado a ese lugar con mi espíritu doblado, y pude salir un poco “erguida” emocionalmente -si es que trae algo de claridad la expresión-. Fue el momento en el que experimenté por primera vez que Dios me aceptaba tal y como yo era; y el instante en el que tuve por fin una esperanza de un futuro distinto, sin más tristeza ni dolor. 

  1. Rescate

“Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata”.

1 Pedro 1:18

Después de ese encuentro, comencé a ir a un grupo de oración. Rápidamente acepté al Señor Jesús como mi Señor y Salvador. En menos de dos meses había cambiado por completo mi manera de vestir, había botado toda la música que escuchaba y había dado un giro espiritual por completo a mi vida. Comencé a sentirme alegre y, a pesar de que el dolor continuaba, parecía que poco a poco se hacía más llevadero y menos pesado. Era verdad que había sido rescatada de una manera de vivir muy vana y sin sentido. 

  1. Unión

En alguna ocasión, Dios me dio una experiencia increíble y me explicó el triple abrazo con el que me había abrazado. En un tiempo de ministración en mi iglesia local, me regresó al momento de seguir las pisadas de ese juez en los llanos orientales mientras iba camino a su oficina para recibir la noticia de la muerte de mi padre. En ese momento, ya no vi a ese hombre en lo natural, sino al Padre (a Dios el Padre). Pude ver y sentir su primer abrazo en los brazos de ese hombre allí en su oficina.

Fue mi primer abrazo: el del Padre.

Luego me llevó al momento en el que mi hermana me dio la noticia del suicidio en la funeraria. El que para entonces era mi novio me había sentado en su regazo y recostado sobre su pecho. En mi visión, ya no era él, sino Jesús el que me había abrazado y había llorado conmigo en ese momento difícil.

Fue mi segundo abrazo: el del Hijo.

Finalmente, Dios me llevó al momento de leer la carta y de perder la conciencia casi que por completo. Me mostró que había perdido la noción de todo porque el Espíritu Santo me había abrazado y consolado.

Fue mi tercer abrazo: el del Espíritu Santo.

Después de esa experiencia espiritual en la iglesia, entendí que todo lo que había pasado había sido permitido por el Señor para revelarse a mi corazón como mi único y verdadero Padre. Ese abrazo triple fue el que me unió a Él para siempre y es un regalo que nunca quiero soltar. Esos abrazos yo los siento todavía. Es cierto que me dio un abrazo triple en ese entonces, pero la verdad es que nunca he dejado de sentirlos hasta ahora. 

  1. Recuerdo

Pasados dos años y cuatro meses, fui a un retiro espiritual en una finca en Chinchiná. Ese retiro fue con un líder espiritual muy especial a quien llamábamos “Chepito” de cariño. El domingo en la noche hubo una ministración hermosa y tuve una visión.

Mientras adoraba al Señor comencé a ver unos pies que subían por unas escaleras y no se detuvieron por un espacio de tiempo que comprendió tal vez unas tres o cuatro canciones. No sabía muy bien lo que estaba viendo. En algún momento, la cámara de mi visión espiritual se alejó un poco de los pies dejando ver la figura de mi padre: era él subiendo por las escaleras hasta el décimo piso desde el cual se había lanzado.

Al verlo, entré en una angustia terrible y comencé a suplicarle con desespero que no lo hiciera. No obstante, se lanzó. Justo en ese momento vi por primera vez a Jesús en la Cruz del Calvario. Parecía tener un ataque epiléptico… ¡Tenía unos movimientos tonicoclónicos impresionantes! Yo estaba muy familiarizada con la epilepsia porque cuidé a mi abuela por doce años con esta enfermedad y creo que fue por eso que el Señor me permitió verlo de esa manera: en gran angustia y dolor.

En ese instante entendí que la muerte de mi padre había sido muchísimo más dolorosa para Dios que para mí, y me dijo lo siguiente: “No solamente permití la muerte de tu padre, sino que de tal manera yo te amo a ti, que he dado también a mi hijo unigénito para que creas en Él y no te pierdas como tu padre; sino para que tengas vida eterna” (Paráfrasis de Juan 3:16).

Al día siguiente de esa visión, pude pasar al frente a testificar en público por primera vez no solamente acerca de lo que había visto en el espíritu, sino además de toda la experiencia del suicidio de mi padre. Fue un retiro súper especial en el que Dios trajo muchísima sanidad a mi vida. ¡Mi corazón salta de alegría y gratitud al recordar estas cosas!

  1. Paternidad

Experiencias como estas he vivido muchas, demasiadas. Conocer al Señor ha sido la mejor aventura que he podido vivir. Es un caminar que vale la pena hasta lo sumo. El Señor ha sanado por completo mi corazón, por lo cual lo único que siento es amor y gratitud.

Cuando uno se siente aceptado, rescatado, unido a Él, recordado por Él e hijo de Él, uno ya no quiere nada más. Uno no escatima ya ningún esfuerzo, ni ningún tiempo, ni nada. Dios realmente se vuelve muy, pero muy importante para uno, a tal punto de no querer irse nunca de ese lugar de su corazón en el cual ha sido introducido. Lo mucho que yo le pueda dar ahora al Señor (si es que puedo darle algo) sigue siendo en extremo poco, comparado con lo mucho que Él me ha dado. 

El abrazo

Permíteme despedirme, estimado lector, con dos últimos pensamientos. No sé si conoces el origen histórico del gesto del abrazo. Uno creería que es bastante antiguo y es posible que haya registros históricos de maneras ancestrales y diversas de abrazar (de hecho, leí algunas formas de ser interpretado en China y otros países… pero no hablaré de ellas ahora).

Deliberadamente me quedo con la explicación que voy a compartirte, y es una que data de un tiempo más moderno. Según esta versión, el origen del abrazo se remonta hacia el siglo XVI francés, en el cual era un gesto asociado a las ceremonias de caballería.

“Abrazo” era una voz muy usada en dichas ceremonias en que el recién armado caballero recibía “l’accolade”. “L’accolade” era un gesto doble que los príncipes cristianos hacían al novel caballero que consistía en darle algunos espaldarazos y un beso en el carrillo izquierdo, diciendo: “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.

Con este gesto no solo se recibía al novel caballero, sino que además representaba la aceptación y sujeción de ese hombre a todos los estatutos de dicho cuerpo honorable de caballería. Era una manera de decirle a ese varón que era aceptado, recibido y amado; y al responder a “l’accolade”, él aceptaba también sujetarse voluntariamente a esa nueva manera de vivir. 

En efecto, cuando recibí el triple abrazo del Padre, yo me sujeté voluntariamente a su amor y a su voluntad para mi vida; y día a día le pido que me ayude a mantenerme firme como ese novel caballero del cual te acabo de hablar.

Para finalizar, quisiera decirte que amo mi historia. Amo mi vida, mi testimonio y todo lo que soy. No te he compartido todo esto con dolor ni con lamento, pues hoy me siento una mujer sana y feliz. Mi intención es solamente celebrar escribiendo, y me alegra saber que, a pesar de que he dado este testimonio en varios momentos, el Señor me llevó a publicarlo justo hoy, justo ahora, en mi hermoso quinquenio de “Encuentros con el Padre”.

Te comparto a continuación dos videos en los cuales cuento esta misma historia. El primero es una versión corta (y mucho más ajustada al texto inicial que acabo de compartirte); el segundo es una versión más larga en la que incluyo más detalles y comentarios que pueden ser de tu interés.

Gracias por haber leído toda la entrada, apreciado lector. Siento que al leerme también has celebrado conmigo y te has alegrado con mi alegría.

¡Dios te continúe bendiciendo!

(Versión corta)
(Versión larga)

Andrea Suárez Salazar

8 Replies to “El triple abrazo del Padre”

  1. Andrea, buenas noches. Escuché tu testimonio en las Carolitas en el retiro con Chepito y me impactó. Si te acuerdas, te conté parte de mi testimonio, de cómo el Señor no permitió por su gracia y misericordia que muriera, después de varios intentos de suicidio.

    Este año tuve un sueño: Me veía subiendo y subiendo, de repente aparece el Señor y me recibe con sus brazos abiertos y me abrazaba; nunca en mi vida he sentido una sensación más placentera que esta. Quería que este abrazo nunca terminara.

    Ahora entiendo que este abrazo muestra su grande amor, protección y aceptación; como también el compromiso que tenemos de guardar su Palabra y obedecerla.

    Bendiciones y abrazos.

    1. Don Wilmar:

      Claro que recuerdo el retiro, su presencia allí y también su testimonio. Es algo realmente poderoso lo que Dios ha hecho con su vida. Me parece muy lindo ver cómo Dios actúa en cada persona de una manera tan particular y específica. ¡Estar con Él es lo mejor! Que nos permita siempre sentir ese abrazo y que nunca deseemos salir de allí. Es nuestra fortaleza y esperanza.

      Muchas bendiciones también para usted.

  2. Qué maravilloso recordar el dolor como aguas que pasaron y que a su paso ha quedado la belleza de Dios en tu vida. Te quiero, Andre.

    1. ¡Así es! Aguas que pasaron y que dejaron huellas poderosas de amor, restauración, paz, gozo y plenitud. Dios es bueno.

      Yo también te quiero, Lore.

    2. Hola Andrea muy buenos días… tremendo todo esto, pero lo más hermoso es que fuimos rescatados por ese ser maravilloso que es nuestro Padre Celestial…
      Que!!! Testimonio…y lo más lindo el triple abrazo del padre…
      Que el SEÑOR te bendiga grandemente y que sigas recibiendo el abrazo del padre y su presencia.
      Cuando Jesús está en nuestros corazónes cuando lo conocemos realmente Él nos perdona todo y empezamos una nueva vida.
      y es a partir de ese momento que llegan todas las bendiciones y todo cambia…🙏 🤗
      Muchas bendiciones y que la pases bien.🙏🙏😍❤️

  3. André buenas noches Dios te bendiga, quiero agradecerte por las lecturas que nos compartes, hay tanta sabiduría de parte de Dios. El triple abrazo del Padre, que testimonio tan estremecedor para la Gloria de Dios, al leer sólo pensaba como Dios puede transformar una historia de tremendo dolor, en un amor como el que tu reflejas, una alegría que solo Dios puede dar, André bendigo tu vida en el nombre de Jesús y clamo para que te siga usando para esta generación tan necesita de personas que Glorifiquen su nombre
    2Co 5:17: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.”

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