Vi tus manos con aceite
y en ellas mi corazón.
¡Oh, cuán dulce deleite,
que actives en mí nuevamente
clamor profundo de oración!
Ese ungüento que destilaba
era el aceite de la unción
y suavemente se llevaba
-lo vi yo claramente-
toda falta de comunión.
¡Fuera la resequedad
y tan odiosa sequía!
¡Basta ya, oh, terquedad!
¡Vete ya!
¡Escapa ya!
Mi corazón erosionado
¡Cuánto te duele, Señor!
Veo en tu aceite mi pecado
y oigo una voz que dulcemente
canta en mí cual ruiseñor.
Hermosa inspiración de Dios…
¡Gracias, mami! Dios es mi verdadera fuente de inspiración.
Te amo.