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“¿Soy realmente salvo?; y si lo soy, ¿podría dejar de serlo algún día?”, “¿podría alejarme tanto de Dios que al morir no vaya al cielo?”, “¿podría un cristiano negar el nombre de Jesús en algún momento de su vida e ir al infierno irremediablemente?”. Estas son algunas preguntas que a lo mejor te has planteado durante tu caminar con el Señor; y no eres el único.
A decir verdad, el asunto de si se puede o no perder la salvación es uno de los interrogantes más profundos de la vida íntima del creyente. Por ello, es imperativo entender que, una vez aceptas tu verdadera identidad en Jesús y declaras su Señorío sobre tu vida, puedes estar seguro de que has recibido el regalo eterno de la salvación; y, por tanto, nunca lo perderás. Veamos por qué.
¿Quién eres?
Lo primero que habrá que entender bíblicamente es que Jesús es quien da sentido a tu identidad. Esto quiere decir que Él es la fuente verdadera de tu ser, y quien realmente alimenta todo lo que eres, dándole forma a tu vida como su gran obra de arte con sus manos de artista.
Adicionalmente, no solamente es Jesús quien dice quién eres, sino además quien te faculta para ser eso que Él dice que eres en todas las esferas de tu vida. Sus palabras tienen poder para hacerte vivir conforme a la identidad que Él mismo te da, y también para que proclames que eres su hijo (Juan 1:12), su amigo (Juan 15:15), su testigo (Hechos 1:8), su siervo (Romanos 6:22), sal y luz del mundo (Mateo 5:13-14) y un pámpano de la vid verdadera (Juan 15:1-5). Eres, en definitiva, la suma de todas las cosas gloriosas que dice Él de ti en Su Palabra; y esto debe ser un motivo de gran gozo.
¿Qué crees?
Lo que hablas con regularidad refleja aquello en lo que crees. Cuando invocas el nombre de Dios y declaras con tu boca que Jesús es tu Señor y Salvador, puedes confiar en que esa es, en efecto, la base de tus creencias. Creer está íntimamente ligado con el hablar.
En este sentido, creer en Jesús implica no solamente reconocer que no te perteneces a ti mismo, sino además sujetarte a Dios como tu Padre para vivir conforme a sus estatutos. Crees que has sido comprado al precio de la sangre del cordero; y no hay mayor valor que haya podido pagarse por un pecador que ese.
“Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación”.
1 Pedro 1:18-19 (RVR 1960)
Disfruta tu regalo
Ahora te preguntarás: “¿y qué tiene que ver mi identidad y mi declaración de Cristo como mi Señor con la posibilidad de perder la salvación?”. Tiene todo que ver.
“Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo”.
Hechos 2:21 (RVR 1960)
“Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación”.
Romanos 10:8-10 (RVR 1960)
Si tienes la fiel convicción en que Él te formó dándote una identidad porque sus huellas de amor están frescas sobre ti; y además has creído en su nombre y declarado su señorío sobre ti de manera sincera, puedes tener la plena certeza de que eres salvo. Se te ha otorgado el más hermoso regalo que podría recibir un pecador una vez y para siempre; y no hay razón para que pienses que podrías perderlo algún día.
Abraza y acaricia el regalo de tu salvación. Es tuyo ahora y nada ni nadie puede arrebatarlo de tus manos ni de tu corazón. Disfruta este regalo eterno, porque a la verdad no hay manera en que puedas perderlo.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.
Juan 3:16 (RVR 1960)
Dios te bendiga.
