Vino del cielo un sueño,
de Dios mismo en su eminencia,
un deseo con un dueño:
¡Solo Jesús, Su Excelencia!
Ese sueño fue hablado
y en secreto revelado
a muchos que en Su Presencia
lo oyeron con diligencia.
Fue el deseo de un colegio
¡Oh, cuán grande privilegio:
escuchar la voz del Padre
y permitir que todo Él cuadre!
Y es que me sorprende Cristo,
pues Él todo lo ha provisto
para que hoy disfrutemos
de un sueño nunca visto.
¿Habrá algo imposible para Dios?
Nada.
¿Algo difícil?
Ni pensarlo.
¿Por qué entonces hoy insistes en darle la espalda e irte?
¡No seas necio y toma ejemplo,
entra muy pronto en su templo!
Él te espera y quiere darte
un lugar en su baluarte.
No pongas más resistencia
y únete al más bello,
al más excelso,
al más grande de los soñadores:
¡Jesús: en toda majestad y preeminencia!
Deja que tus palabras sueñen
y que todos tus sueños vuelen.
¡A lo mejor es Cristo,
quien tendrá todo muy listo!
No olvides: ¡Jesús es en ti el autor,
majestuoso inventor!