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Hace algunos días te saludaba con una bella invitación a construir tu templo. No era una invitación mía, por supuesto, sino una invitación de parte de Dios que yo simplemente te recordaba a través de una entrada de mi blog titulada: “Construye tu templo”. En esta ocasión, quiero hablarte de dos formas en las que puedes vivir este tiempo de construcción de tu templo: como israelita o como extranjero.
Déjame explicarte mejor. Este tiempo de cuarentena se ha venido complicando con el paso de los días, ¿no lo crees? Nuestras autoridades locales han tenido que emitir nuevos decretos y medidas con el fin de reorganizar la sociedad civil, de modo que tu tiempo en casa se ha prolongado y muy posiblemente, se extenderá por más tiempo. En verdad es serio, de parte del Señor, que seas diligente con la construcción de tu templo: tienes todos los materiales, los recursos y el tiempo para hacerlo, así que toma la decisión de vivir este tiempo de actividad espiritual como israelita y no como extranjero. Tanto israelitas como extranjeros, esencialmente sidonios, se concentraron en la construcción del Templo de Jerusalén o Templo de Salomón, pero sus roles y su experiencia fueron bastante diferentes, ¿quieres conocerla? Aquí vamos.
En 1 Reyes 5:1-18 y en 2 Crónicas 2:1-18, se cuenta la historia del pacto que hizo el Rey Salomón con Hiram, el Rey de Tiro, una ciudad portuaria del Mar Mediterráneo al norte de Israel en el Líbano. Hiram había sido siempre un amigo fiel de David (1 Reyes 5:1 y 2 Crónicas 2:3), y por ello Salomón recurrió a su ayuda para llevar a cabo la tarea de construir el que había sido el sueño de su padre durante tantos años. Hiram, agradado por la motivación del corazón de Salomón, hizo pacto con él y le dio madera de cedro y de ciprés en abundancia para la construcción, pues tenía numerosos bosques de cedro en su territorio (1 Reyes 5:10).
Adicionalmente, Hiram proveyó a Salomón de fuerza laboral sidonia para que llevara troncos desde las montañas del Líbano hasta el Mar Mediterráneo en Jope y de esta manera, pudiese ser llevada al lugar final de la construcción en Jerusalén (2 Crónicas 2:16). A cambio del preciado material, Salomón pagó a Hiram con alimento (1 Reyes 5:8-9 y 2 Crónicas 2:15) para su casa. Su pago anual era de cien mil canastas de trigo y cuatrocientos veinte mil litros de aceite de oliva puro, con lo cual fue sellada una alianza de paz y de bendición (1 Reyes 5:12).
“Y contó Salomón todos los hombres extranjeros que había en la tierra de Israel, después de haberlos ya contado David su padre, y fueron hallados ciento cincuenta y tres mil seiscientos. Y señaló de ellos setenta mil para llevar cargas, y ochenta mil canteros en la montaña, y tres mil seiscientos por capataces para hacer trabajar al pueblo”.
2 Crónicas 2:17-18 (RV 1960)
“Tenía también Salomón setenta mil que llevaban las cargas, y ochenta mil cortadores en el monte; sin los principales oficiales de Salomón que estaban sobre la obra, tres mil seiscientos, los cuales tenían a cargo el pueblo que hacía la obra”.
1 Reyes 5:15-16 (RV 1960)
Este gran proyecto arquitectónico requería de grandes esfuerzos en tiempo, dinero y, por supuesto, fuerza laboral. Como puedes ver, por un lado, Salomón contó a los extranjeros que vivían en Israel para comenzar con el trabajo pesado con la madera, piedra y demás materiales de construcción: cargar (setenta mil hombres), cortar (ochenta mil) y dirigir la obra (tres mil seiscientos). Todos ellos trabajaron en conjunto con los albañiles de Hiram y los hombres de Gebal en la preparación de la madera y la cantería para labrar la casa (1 Reyes 5:18).
Por otro lado, Salomón tomó decisiones laborales con relación a los israelitas. Contó a treinta mil hombres que trabajaban por turnos de diez mil, así:
“Y el rey Salomón decretó leva en todo Israel, y la leva fue de treinta mil hombres, los cuales enviaba al Líbano de diez mil en diez mil, cada mes por turno, viniendo así a estar un mes en el Líbano, y dos meses en sus casas; y Adoniram estaba encargado de aquella leva”.
1 Reyes 5:13-14 (RV 1960)
¿Comienzas a entenderlo? Un extranjero se ocupa del trabajo duro, difícil y de mucho esfuerzo físico y mental todo el tiempo, sin descanso. Un israelita, por su parte, trabaja duro también pero solamente durante un mes, y luego regresa a su casa con su familia a descansar de su esfuerzo durante dos meses recibiendo su salario regular (esto se traduce en el tiempo como trabajo durante cuatro veces al año; esto es, veintiocho meses en siete años). Además, un extranjero no es libre, mientras que el israelita sí lo es:
“A todos los pueblos que quedaron de los amorreos, heteos, ferezeos, heveos y jebuseos, que no eran de los hijos de Israel; a sus hijos que quedaron en la tierra después de ellos, que los hijos de Israel no pudieron acabar, hizo Salomón que sirviesen con tributo hasta hoy. Mas a ninguno de los hijos de Israel impuso Salomón servicio, sino que eran hombres de guerra, o sus criados, sus príncipes, sus capitanes, comandantes de sus carros, o su gente de a caballo”.
1 Reyes 9:20-22 (RV 1960)
Los extranjeros o forasteros que trabajaban en la obra no eran libres, puesto que tenían que pagar tributo al Rey (su tributo era trabajo esclavo obligatorio); mientras que los israelitas eran libres y desempeñaban diferentes funciones (eran líderes en medio de la obra y podían descansar). ¿Me sigues?
Ahora te pregunto: ¿cómo estás viviendo este tiempo de construcción de tu templo?… ¿te sientes agobiado por las circunstancias de la presente cuarentena?, ¿te sientes en extremo preocupado o tu carga emocional y física ha sido demasiado alta como para soportarla? Si tu respuesta es afirmativa, déjame decirte que estás construyendo como extranjero, y Dios no quiere que construyas tu templo de esta manera. Tú has sido llamado para ser hijo de Dios (Juan 14:26); esto es, Su especial tesoro (Malaquías 3:17). Por ello no debes emprender un proyecto de construcción como extranjero, sino como israelita… en descanso, paz, sosiego y libertad.
Tómate tu tiempo para construir en silencio tu templo (1 Reyes 6:7), como un israelita. Ve al lugar secreto de oración con el Señor y preséntale tus cargas, si las has tenido. Escóndete en el lugar santísimo del templo bajo los querubines y escucha la voz del Señor en el silencio de tu corazón. Tómate tu tiempo para estudiar y meditar La Palabra del Señor. Obedece las normas que las autoridades han establecido y no te apresures a romper la ley. Recuerda que puedes ejercer el pleno ejercicio de tu libertad y la norma te da el privilegio de gozar de ella de una manera acertada y de bendición.
Recuerda además que el Templo de Jerusalén no era solamente el lugar santísimo, sino también el lugar santo, el atrio, el lavacro (mar) y muchas otras cosas… Por ello, aprovecha bien el tiempo en casa y sé diligente para construir todo lo demás, como aquellos que en turnos de diez mil viajaban a trabajar esmeradamente en el Líbano. No descuides tus deberes laborales ni académicos si trabajas o estudias; ni tampoco descuides tu trabajo en casa. Sé presto para colaborar con las tareas del hogar y comparte tu tiempo y tu vida con tus seres queridos. Construye una rutina de bendición y desecha la perversión de los vicios y los malos hábitos que podrían gestarse en casa. Ponte al día con microproyectos caseros que tenías pendientes desde hace tiempo, levántate temprano y haz la determinación de no perder tu tiempo con cosas vanas e inútiles como la televisión o las redes sociales. Construye tu templo y tómatelo en serio. Es hora de hacerlo.
¿Por qué debo construir mi templo?
“He aquí, yo tengo que edificar casa al nombre del Señor mi Dios (1), para consagrársela (2); para quemar incienso aromático delante de Él (3), y para la colocación continua de los panes de la proposición (4), y para holocaustos a mañana y tarde (5), en los días de reposo, nuevas lunas y festividades del Señor nuestro Dios (6); lo cual ha de ser perpetuo en Israel. Y la casa que tengo que edificar, ha de ser grande; porque el Dios nuestro es grande sobre todos los dioses. Mas ¿quién será capaz de edificarle casa, siendo que los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerlo? ¿Quién, pues, soy yo, para que le edifique casa, sino tan solo para quemar incienso delante de Él?
2 Crónicas 2:4-6 (RV 1960)
- Porque es mi deber.
- Porque Dios quiere que yo le consagre a Él toda mi vida y mi corazón.
- Porque a través de Él lo adoro y Él desea que lo adore para mi propio beneficio.
- Porque le ofrezco mi vida y puedo tomar de Él abundancia de pan y provisión.
- Porque Él quiere que yo le presente mi vida como un sacrificio agradable.
- Porque me puedo gozar y alegrar en Él.
En definitiva, no soy digna de edificar casa para Él, pero aún a pesar de no ser digna, Él me invita a hacerlo, y a ti también. Así que… ¿cómo quieres vivir este tiempo de construcción en casa: como israelita o como extranjero?
Dios te bendiga.
Gloria Dios! Hermosa exhortación para animarnos a seguir construyendo en Él. No en angustias, no en derrota, sino con la confianza plena de su compañía y fortaleza para edificar como debe ser.
Gracias
Una reflexión de mucha bendición para mi vida, y sé lo será, para todos los que mediten en ello y decidan, construir y vivir en Su templo junto a ÉL!
Muchas gracias Andre, Dios te bendiga y te siga usando!
Amén, Juan Simón. ¡Que así sea!
Vemos tan complicado amarlo y cumplir sus deseos, pero cuando eres tú su instrumento para hacernos entender que Dios nos ama y que podemos construir un templo para El, todo se vuelve fácil en el Amor.
Así es. ¡Qué bello comentario! En verdad todo es mucho más fácil cuando hay amor.
Muchas bendiciones para ti.
Así es, Sebas. Que el Señor nuestro Dios nos ayude a vivir este tiempo disfrutando de su compañía y experimentando su fortaleza de una manera sobrenatural.
Un abrazo y muchas bendiciones para ti.
Que linda reflexión! Que manera de ponernos a pensar todo lo que hemos vivido en esta película; así me siento protagonista en una película de la cual no se cuál será su fin ! Confiando en Dios será un final feliz ! Por ahora Tómate tu tiempo para estudiar y meditar La Palabra del Señor. ( como lo cita Andrea) empezaré a hacerlo
Dios te bendiga mi niña linda 😘
¡Qué lindo comentario, tía linda! Dios te ayude a comenzar ese lindo proceso de la meditación en Su Palabra… tan llena de amor, sabiduría y verdad.
Dios te bendiga siempre, siempre.
André André Cada vez que leo algo , sobre tu gran amor por el señor , me transporta a ese gran amor que también me tengo y aún más en ese momento es donde me doy cuenta que cada que te acercas a mí siento su amor y su gran presencia , Gracias de verdad por inspirar muchas más personas a seguirlo , a conocer sobre el amor que el nos da sin esperar nada a cambio , en realidad siempre te he admirado de una manera única , eres hermosa llena de el , de su amor , de su pureza , mejor dicho me quedaría aquí nombrando cada una de tus virtudes y cualidades , gracias por estar en mi vida sabes que te quiero con mi corazón prima linda
Anita: ¡qué bello comentario, la verdad! Gracias a ti por ser siempre tan especial conmigo y por tus palabras. Gracias también por ser una de las mejores lectoras de “Encuentros con el Padre” y por permitir que el amor del Señor se instale también con fuerza y poder en tu corazón.
Dios te bendiga siempre, prima; y te conceda la gracia de conocerlo profundamente.
Un abrazo.
Que lindo mensaje!!. podemos construir nuestra relación con Dios pero no de cualquier manera, se hace necesario adorarlo desde el corazón y demostrarlo con la acción!.
Es correcto, César. Que el Señor nos apasione cada día más por Su Presencia, de modo que podamos adorarlo con todas las fuerzas de nuestro corazón.
Bendiciones.
Hermosa invitación y muy necesaria para edificar nuestra vida en Su presencia como sus hijos que somos… identificándonos plenamente con el pueblo de Israel porque somos su pueblo escogido 🇮🇱❤️
Muchas gracias por tu comentario, Marthica. La invitación que Dios nos hace a estar siempre cerca de Él es ciertamente muy preciosa y debemos aceptarla como sus hijos amados.
Bendiciones.
Muy linda la invitación a edificar nuestro templo. Esta cuarentena me ha hecho tener confianza, paciencia, y mucha seguridad del amor de Dios sobre mí.
Me alegro mucho que esta cuarentena te esté dejando buenos frutos. Dios te bendiga siempre, mami.