Saviola perenne la escuela noche.
Entre tavíos y zúngalos,
traigóse el día;
como címbalos y truenos de llanto
tardíos y tempranos de malanga.
Una corazonada puruna y revolcada
del adentro fuego turquino y bravío
ataca la mataraca
fulunándose vadría.
Y de repente…
lo difícil, lo copelo;
lo renítico-ojelúmeno y lacrímelo;
lo difícil, lo nomelo, lo torrenco:
el blanco miedo,
caminar sombrío.
Atrás va perjudicada la ataviada.
Trasteca zuraba la engalanada.
Lona, tarabinda y surubaca
desmotivada y desarreglada
se va lejos, entre versos,
al matelo plumaverso.
La palabra vuelve y resuita;
viene de a pocos la cusita;
balacara la vibrante sombra.
¿Qué más puedo decir?
Hay palotrabas que pasan
cuando no hay palabras
para hablar de lo que pasa.
Despierta Cortázar;
muere el Pombo.