(Tiempo estimado: 8-10 minutos)
Mi vida con el Señor ha sido la aventura más bella y sublime. Durante estos 19 años caminando a su lado, me ha dado muchísimas experiencias, entre ellas sueños y visiones proféticas.
Hoy quiero compartir contigo uno de esos sueños proféticos que tuve el pasado jueves santo 17 de abril de 2025, justo la primera noche del retiro de Semana Santa que normalente hacemos en mi iglesia local: Congregación Cristiana de Manizales.
Me encontraba yo en un centro comercial enorme con varios pisos. Vi muchas personas en almacenes mirando, midiéndose ropa y comprando cosas. Veía a la gente pagando con tarjetas de crédito en las tiendas, comiendo helado y charlando. Todo en aparente calma.
En un instante, percibí que fuera del centro comercial había mucho movimiento. Pasaban carros de policía y de bomberos, como si algo realmente grande estuviera ocurriendo. Recuerdo que me pregunté en el sueño si habría llegado el presidente y se trataba de algún operativo de seguridad; o si habría alguna emergencia grave en la ciudad que ameritara el desplazamiento de tanta cantidad de organismos gubernamentales de rescate y socorro.
Pese a que yo misma me encontraba dentro de una tienda acompañada tal vez de familiares o amigos, comenzaba a ganar rápidamente conciencia de la gravedad de lo que estaba aconteciendo por fuera de ese centro comercial y me apresuré a salir de la tienda, caminando a lo largo de un pasillo.
Vi entre unos altos ventanales un despliegue enorme de fuerzas de seguridad, con lo cual confirmé mis primeras sospechas: algo realmente serio estaba pasando. Recuerdo haber visto en las calles algunos hombres que lucían como policías, pero estaban vestidos de blanco y llevaban encima una suerte de equipamiento antimotines, reforzado a su vez con otro tipo de elementos como mangueras, tanques, unos tubos largos, etc. Como digo: era una clase de defensa civil que mezclaba elementos policíacos y también de rescate.
La razón de tanto movimiento en una dirección concreta de la ciudad era que pronto estallaría una guerra. Sería un gran enfrentamiento contra una banda de gangsters y criminales de todo tipo. Realmente se trataba de algo muy serio que brevemente llegaría hasta el centro comercial donde nos encontrábamos. Volví mi mirada hacia atrás y nadie parecía estar apercibido de lo que estaba pasando afuera. Todos seguían en lo suyo… muy ocupados y enredados con los asuntos de esta vida.
De todas formas, regresé hacia la tienda de donde había salido con la esperanza de convencer a las personas con las que estaba de escapar rápido de ese lugar. Al regresar, vi a algunos guardas de seguridad con apariencia física de americanos y a uno de ellos le pregunté inocentemente: “Is everything OK?” (“¿está todo bien?”), a lo cual me respondió paradójica y simultáneamente de dos maneras: su cabeza se movía lentamente diciendo que “no” con una mirada de pánico, mientras levantaba su mano derecha y me hacía el gesto de “Everything is OK” (“Todo está bien”). En ese momento supe que había otras personas en ese lugar que eran conscientes del enfrentamiento que estaba a punto de estallar en la ciudad, pero estaban obligados a decirle a la gente que todo estaba bien porque eran vigilados constantemente por las cámaras de seguridad.
Con mi corazón convencido de querer abandonar ese lugar, regresé corriendo a la tienda y traté de persuadir a las personas de correr huyendo conmigo. No me creyeron. Hice un esfuerzo adicional por convencerlos y contarles lo que estaba pasando, pero fue en vano. Al ver que no me quedaba ya casi tiempo para huir, y agravado todo por mi miedo natural a quedarme encerrada (claustrofobia), dije para mí misma: “me va a tocar huir sola. No quiero quedarme aquí”. Acto seguido, salí corriendo como loca de allí y rápidamente me encontré corriendo por las calles en la misma dirección hacia la cual corrían los organismos de socorro. Por un momento me pregunté porqué no estaba corriendo en la dirección contraria, pero sentía en mi corazón que era lo correcto, y que esa carrera me conduciría a un lugar seguro.
En algún momento me desvié de esa calle hacia lo que parecía ser una vía alterna muy segura para corredores como yo. Mientras corría por ese camino, vi a otras personas corriendo conmigo. No éramos tantas como las que habían quedado en la ciudad, pero sí las suficientes como para saber que no estaba sola y para sentirme alentada durante la carrera. Unas iban más adelante y otras detrás de mí; entre estas últimas, pude ver a mi hermano y amigo especial.
Hubo un momento en el que giré mi rostro hacia atrás y lo vi corriendo con dificultad sobre una superficie rocosa que parecía ser parte de un riachuelo. Todos corríamos por la misma vía. Traté de alentarlo a seguir esforzándose. No estoy muy segura de si le grité o le hablé. Sólo sé que traté de alentarlo y estar pendiente de él, sin devolverme. Vi que un hombre musulmán vestido de blanco o beige lo seguía como queriendo matarlo. De algún modo, tuve a ese hombre lo suficientemente cerca como para ver que caía en ese riachuelo convirtiéndose en una piedra mediana. Creo que buscaba engañarme; así que en ese punto me detuve, tomé una roca grande y la lancé sobre él, ahora convertido en piedra. Lo maté. Supe que había eliminado por completo lo que estaba persiguiendo a mi hermano y amigo especial; pero sé que nunca me detuve en mi carrera por completo. Seguía corriendo más y más, más y más.
Con mucho esfuerzo llegué a la base de un árbol muy grande. Al llegar allí me detuve y escuché una voz que me dijo: “¡Sube!”. Así lo hice.
La copa del árbol era realmente un lugar seguro. Supe en mi corazón que nada podría sucederme allí. Podía ver todas las cosas con claridad desde ahí arriba, y no habría nadie que pudiera hacerme daño mientras me mantuviera encima de ella.
Unos minutos después, comenzó a fluir de esa copa del árbol agua cristalina. ¡Era hermoso el contraste del agua con las hojas de ese árbol tan especial! El agua corría con mucha delicadeza por debajo de mis pies hacia adelante y se deslizaba sobre otras muchas copas de árbol de distintas tonalidades de verde en forma de cascada. ¡Todo era tan bello! Para ese momento casi que había olvidado por completo todo el asunto del enfrentamiento y el centro comercial. Solo podía contemplar el agua que corría hacia adelante por debajo de mis pies.
De alguna manera sentí que, pese a que me encontraba en un lugar seguro, no había llegado a mi destino final. Aún me faltaba seguir por una ruta a través de las copas de los árboles que en cascada trazaban un camino hacia adelante. Comencé a deslizarme hacia el frente como mejor podía con la plena conciencia de que era un lugar seguro, pero que a la vez implicaba el deslizarme con cuidado a través de las ramas. Mi tarea en la transición progresiva de las copas de los árboles era aferrarme a las ramas con mucha fuerza, como si yo fuera una diminuta arañita. Necesitaba deslizarme y al mismo tiempo sujetarme con fuerza de las ramas acolchonadas de las copas de los árboles.
Esos “colchones” de verde eran lugares seguros; y yo sabía que me conducirían al lugar más seguro de todos: mi destino final.
Gratitud
Me siento tan agradecida, impactada y privilegiada por el Señor que difícilmente encuentro palabras para expresarme. Siento dolor al no poder amar a Dios como realmente Él se lo merece… Siempre me bendice de maneras sorprendentes que solo me hablan de un amor muy grande. ¿Por qué mi corazón no puede responder como debiera? Me duele. Pese a mi dolor, la revelación del sueño viene a mí tan claramente como el sueño mismo. Por eso me siento en la libertad de compartirla contigo.
Revelación
Todo el sueño tiene que ver con el fin de los tiempos. En la actualidad, la gente anda “muy ocupada” en sus cosas y “sin tiempo”… comprando cosas y “muy entretenida” en televisión, redes sociales, cine, viajes y por supuesto; centros comerciales.
La imagen que el Señor me dio en el centro comercial es un reflejo de la forma en que muchas personas viven hoy su vida, lejos de la comprensión de los eventos sociales, políticos, económicos y culturales que suceden “afuera”. Cada vez más somos menos las personas a quienes nos interesa la lectura, el estudio y el análisis crítico de los acontecimientos mundiales. Debo incluirme en este grupo no solo porque realmente me siento motivada por estos temas, sino porque además, en el sueño me vi como una de las interesadas en saber qué estaba pasando afuera del centro comercial. En verdad no me quiero conformar a este siglo y quiero que mi entendimiento sea renovado (Romanos 12:2).
En el mundo hoy están pasando muchas cosas, apreciado lector. No sé qué tan apercibido estás en el espíritu, pero es verdad que estamos viviendo el cumplimiento de profecías bíblicas asociadas al fin de los tiempos y del mundo que hemos conocido hasta ahora. Para esta generación, Dios es prácticamente una “idea”, no una realidad contundente. Es “algo que a mucha gente le sirve para sentirse mejor”, pero no el “soberano de los reyes de la tierra” que viene pronto a establecer su reino de justicia en la tierra (Isaías 42:1-4). Dios es menospreciado y envilecido de todas las maneras posibles no solamente en los medios de comunicación sino, peor aún, en las vidas cotidianas de las personas cuyos corazones están lejos de Él. No obstante, sí hay un grupo con discernimiento que se está preparando para la huida. Un pueblo que, pese a su torpeza y falta de comprensión de muchos temas (recuerda que yo en realidad no sabía en detalle muy bien lo que pasaba afuera), sí está despertándose y más aún preparándose para escapar de los juicios más terribles que serán ejecutados por la mano poderosa de nuestro justo Dios. Un remanente que solo corre con fuerza la carrera de la vida en la misma dirección de muchos otros que también están entendiendo los tiempos, en búsqueda del lugar más seguro: la presencia del Señor (Isaías 26:20).
Al correr en mi sueño, yo no sabía muy bien el lugar de mi destino final. Solo sabía que debía hacerlo y que era justamente esto lo correcto por hacer (2 Timoteo 4:7). “Pelear la buena batalla” implicaba en mi sueño estar del lado de ese despliegue de fuerzas policiales y organismos de socorro, “terminar la carrera” era mi deseo y para ello, de algún modo, necesitaba “permanecer fiel” para llegar a ese lugar seguro de la copa del árbol.
Las ramas verdes y acolchonadas de la primera copa del árbol en la que me subí eran la evidencia de un árbol fuerte, firme y estable: un lugar realmente seguro (Jeremías 17:7-8). La corriente de agua cristalina que fluía hacia adelante por debajo de mis pies es figura de la Palabra de Dios, una base sólida y firme de nuestra fe, donde podemos estar realmente confiados. El Cordero que está en el trono se asegurará de pastorearnos y guiarnos a fuentes de agua viva (Apocalipsis 7:16-17) como las que vi en mi sueño en los últimos tiempos; así que nuestra confianza en el Señor aumentará.
¡Qué maravilloso es nuestro Dios! No nos cansemos de buscarlo y de permanecer fieles a Él. Aprendamos a discernir los tiempos y a soltarnos de los enredos y los afanes de este mundo (Filipenses 4:6-7). Nuestro buen Dios nos dará las fuerzas que necesitamos (Salmos 92:10), nos preparará (Efesios 5:27) y nos llevará a ese precioso lugar seguro en las alturas (Salmos 24:3-6).
Aprendamos a deslizarnos con sutileza a través de la Escritura, estudiándola, meditándola y teniendo por ella un gran aprecio (Josué 1:8-9).
Aferrémonos con fuerza a ella y no nos dejemos robar nada de lo que el Señor nos ha entregado. Dios nos guardará poderosamente en tiempos finales de gran angustia y dolor para la tierra y seremos completamente felices por la eternidad en su presencia (Salmos 16:11).
Un gran abrazo para ti, apreciado lector. Muchas gracias por haberme acompañado en la lectura hasta el final.
¡Feliz día!