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En la entrada anterior me despedí de ti con una instrucción bíblica que resuena hasta nuestros días: “Hazte un arca”. Si eres creyente en Jesucristo y estás algo familiarizado con Su Santa Palabra, muy seguramente entiendes metafóricamente a qué me refería. Esto quiere decir que, a diferencia de Noé, tienes ya una “idea prefabricada en tu mente sobre esta instrucción”.
Déjame explicarte mejor: Noé recibió la misma indicación hace más de 4.000 años atrás, ¡cuando el concepto de arca ni siquiera existía! Puedo imaginarme a Noé decir algo como: “¡¿qué?! oye, Dios… muy interesante lo de construir y todo eso, pero… ¿qué es un arca?” A mi modo de ver, es evidente que para poder construir algo, lo mínimo que se necesita saber es precisamente qué se va a construir, ¿no? Pues bien, Noé no lo sabía. ¿Cómo podría saberlo si nunca antes se había hecho cosa semejante en la tierra?
Para ponerlo en un lenguaje actual, es como si Dios te hablara hoy y te dijera: “hijo, hazte un clonirotrico de madera”, y tú le respondieras: “Señor, ¿un qué? tú sabes que yo quiero obedecerte de verdad, pero ¿qué es eso? no tengo ni idea”. Pues bien, en la imaginación infantil que se despierta en mí cada vez que leo La Biblia, me imagino a Noé respondiendo más o menos como lo que acabo de decir (aunque déjame aclararte que esto es solo mi imaginación y mi imaginación es nada comparada con la supremacía de La Biblia: la base absoluta de nuestra fe).
Como sea, él no tenía idea de lo que era un arca, ni mucho menos para qué serviría. Por ello, fue puesto en una posición ideal para escuchar todas las instrucciones necesarias de la misma voz de Dios: 1. que fuera de madera de gofer, 2. que le hiciera aposentos (es decir, habitaciones), 3. que la calafateara con brea por dentro y por fuera (es decir, que la cubriera con brea para impermeabilizarla) (Génesis 6:14).
Aprende a seguir la voz de Dios
Noé comenzó a “entender” porque Dios mismo le empezó a explicar. ¿Me sigues? Dios siempre se toma el tiempo de explicarte cada cosa paso a paso y te extiende toda su paciencia mientras aprendes a seguir su voz. Dios gana tu atención y te prepara para lo siguiente:
“Y de esta manera la harás: de trescientos codos la longitud del arca, de cincuenta codos su anchura, y de treinta codos su altura. Una ventana harás al arca, y la acabarás a un codo de elevación por la parte de arriba; y pondrás la puerta del arca a su lado; y le harás piso bajo, segundo y tercero”.
Génesis 6:15-16 (RVR 1960)
“¡¿Cómo?! ¿tú me estás pidiendo que haga una cosa así de grande?, ¿cómo podría construir un objeto de 135 metros de longitud, 22,50 de anchura y 13,50 de altura? (Comentario Génesis 6:15-16 RVR 1960 McArthur). Ya tengo 600 años de edad para realizar semejante tarea”, me imagino a Noé pensar. Tal vez si hubiera sabido que los primeros transatlánticos del mundo iban a ser construidos por primera vez durante el siglo XIX, habría tal vez caído sobre el piso como muerto: “¿que haga qué?”. Tremenda tarea. ¡Qué precioso es nuestro Dios! En su sabiduría e infinito entendimiento, Dios sabía que Noé no era capaz de realizar algo de tal magnitud… tan solo esperaba que Noé lo escuchara y confiara en su palabra.
Hay muchas cosas que Dios nos pide hacer que realmente son imposibles para nosotros, como perdonar, amar a pesar de, callar y agachar la cabeza; y Él lo sabe: sabe que hay cosas que para nosotros son sencillamente “imposibles” y no obstante, las pide; como le pidió a Noé que construyera un arca.
“Me estás dejando sin aliento, la verdad, Señor. ¿Para qué quieres tú que yo haga un arca?”.
“Y he aquí que yo traigo un diluvio de aguas sobre la tierra, para destruir toda carne en que haya espíritu de vida debajo del cielo; todo lo que hay en la tierra morirá. Mas estableceré mi pacto contigo, y entrarás en el arca tú, tus hijos, tu mujer, y las mujeres de tus hijos contigo”.
Génesis 6:17-18 (RVR 1960)
“¡¿Tú vas a destruirlo todo, Señor?! Vas a terminar con todo y estás pensando en salvarme a mí y a mi familia… ¿quién soy yo para que en mí tú pienses? por supuesto que lo voy a hacer, Dios, haré todo lo que me pidas porque tú eres un Dios maravilloso e increíble. Sé que estamos juntos en esto”. ¿Comprendes lo que te quiero decir? ¡Qué aroma tan agradable destila de un corazón rendido delante de Dios!, ¡precioso! Dios me respalda aún en las cosas que a mí me parecen (y en verdad son) imposibles para mí. Así fue el cuadro de amor que Dios pintó a Noé y del cual fue correspondido, también en amor.
Manos a la obra
Madera, brea, herramientas y energía… mucha energía física y espiritual. Un día a día escuchando instrucciones frescas directamente del Dios vivo para llevar a cabo una hermosa tarea que está lejos de ser sencilla, ¿no crees? Por esto, mi invitación hoy para ti es que no esperes más y pon manos a la obra. Ya tienes la instrucción de hacer un arca y has escuchado la voz de Dios en tu corazón susurrando algunas instrucciones muy específicas para ti, especialmente con relación al ocuparte de vivir una vida en el arca misma de su presencia.
No dejes de maravillarte como un niño cuando leas las escrituras y permítele a Él entablar contigo conversaciones profundas y divertidas mientras se conocen en el lugar secreto. Desempolva La Palabra de Dios y nunca des nada por sentado. Tu conocimiento humano es como polvo que se desvanece en el aire, comparado con su voz y sus nuevas revelaciones.
Permíteme dejarte ahora con un último pensamiento: ¿no te parece curioso que dentro de las instrucciones que Dios le da a Noé para construir el arca, no incluya el hacerle un timón? No sé a ti, pero a mí me parecería bastante lógico ponerle timón a un barco, especialmente si la idea es que sea una caja gigante de madera que soporte una gran tormenta y un diluvio de aguas. Si quieres estudiar conmigo acerca de este asunto y otros detalles de la historia del arca de Noé, no dejes de leer mis próximas publicaciones.
Un abrazo para ti, apreciado lector, y muchas bendiciones en Cristo Jesús.