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Un caluroso saludo para ti, apreciado lector.

Como te lo anuncié hace algunos días, hoy tengo el gusto de presentarte la segunda parte de la serie “Como corona esplendorosa”. En la primera entrada, me tomé mi buen tiempo para explicarte muchos detalles históricos y biográficos de Ester, esa hermosa reina de Persia cuya historia quedó incluida en el canon de las escrituras bíblicas. En esta segunda publicación titulada “La doncella”, mi intención será retomar ese contexto para hablarte de la importancia de tomar buenas decisiones; en especial en lo concerniente a la obediencia, la sumisión y la humildad.

“Doncella” es una palabra en español cuya raíz etimológica latina es “domnicilla”, un diminutivo de “domina” que quiere decir “dueña” o “señora”. Generalmente, implica “virginidad”.

8 Sucedió, pues, que cuando se divulgó el mandamiento y decreto del rey, y habían reunido a muchas doncellas en Susa residencia real, a cargo de Hegai, Ester también fue llevada a la casa del rey, al cuidado de Hegai guarda de las mujeres. 9 Y la doncella agradó a sus ojos, y halló gracia delante de él, por lo que hizo darle prontamente atavíos y alimentos, y le dio también siete doncellas especiales de la casa del rey; y la llevó con sus doncellas a lo mejor de la casa de las mujeres. 10 Ester no declaró cuál era su pueblo ni su parentela, porque Mardoqueo le había mandado que no lo declarase. 11 Y cada día Mardoqueo se paseaba delante del patio de la casa de las mujeres, para saber cómo le iba a Ester, y cómo la trataban.

Al momento de ser reclutada junto con las demás doncellas, la Palabra de Dios dice que Ester tenía 14 años. ¿Te imaginas? Era muy joven. Adicionalmente, era huérfana y pobre. Debes tener presente que los oficiales del rey no se atreverían a tomar en reclusión a doncellas que fuesen hijas de familias adineradas o con rangos de autoridad públicos e importantes. Esta búsqueda de la nueva reina era especial en todo sentido, e incluía a vírgenes de estratos bajos que serían privadas de su libertad. Esto no suena muy alentador al inicio, a decir verdad.

¿Sabes algo? Cuando el Señor nos encuentra, nos toma y “nos recluta” en su corazón en esa condición: una de orfandad y de pobreza espiritual. Yo misma llegué a los pies de Cristo de esa manera: con un corazón huérfano y muy pobre en el espíritu.

Nuestro buen Dios ha capturado no solamente nuestra atención sino toda nuestra vida. Hemos sido llevados a “la casa de las mujeres” para comenzar un precioso tiempo de preparación bajo su cobertura, lo cual es algo que no podemos rechazar. Aprendamos a tomar decisiones sabias, como las de Ester, mientras nos encontramos en medio de ese precioso tiempo de preparación.

Ester obedeció a Mardoqueo al no declarar su identidad judía (Ester 2:10 y 2:20).

Ester también obedeció a Hegai, el eunuco, porque agradó a sus ojos (Ester 2:9 y 2:15).

La palabra “obediencia” en el español viene del latín “oboedire”, compuesto por el prefijo “ob-” que significa “contra” y el verbo “audire” que se refiere a “escuchar”. En este sentido, implica escuchar algo que podría eventualmente estar en contra de mi voluntad o mi opinión personal; y al mismo tiempo someterme a eso que escucho y hacerlo con presteza. En este sentido, obedecer es la cualidad o la disposición que tengo para ejecutar las instrucciones que me son dadas, especialmente cuando las imparte alguna figura de autoridad sobre mi vida. Implica escuchar atentamente a aquél que me da dichas indicaciones, sujetarme a ellas y ponerlas por obra. La obediencia me conduce a la acción por cuanto tengo una actitud interna adecuada de respuesta, generalmente acompañada de prontitud y de un tipo de aceptación profunda que no discute ni rebate lo dicho. En esencia, obedecer implica actuar.

Ester se sujetó de manera voluntaria a su primo y a Hegai, lo cual indica que respetó su autoridad. 

La sumisión está relacionada con la obediencia. Es una actitud que tomo cuando me someto a la autoridad o a la voluntad de otras personas sin hacer cuestionamientos. La palabra “sumisión” se origina del latín “submissio”, que significa “sometimiento”. Dicho vocablo es fruto de la suma de tres componentes: el prefijo “sub-”, que es sinónimo de “abajo”, el verbo “mittere”, que puede traducirse como “enviar”, y el sufijo “-ción”, que se emplea para indicar “acción y efecto”. Concretamente, sería algo como: la acción de enviar algo hacia abajo.

A Dios le gusta que nos decidamos por la sumisión de nuestro corazón. Esta debe ser un acto voluntario, que viene como resultado del amor que sentimos por Él. Si nos sometemos voluntariamente al Señor, Él nos dará la fuerza para resistir al diablo, para obedecer a nuestras autoridades y para negarnos a nosotros mismos. Pareciera locura, apreciado lector, pero la sumisión es una decisión maravillosa que podemos tomar todos los días.

Así que sométanse a Dios. Resistan al diablo, y él huirá de ustedes.

Todos deben someterse a las autoridades públicas, pues no hay autoridad que Dios no haya dispuesto, así que las que existen fueron establecidas por él.

Dirigiéndose a todos, declaró: —Si alguien quiere ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, lleve su cruz cada día y me siga.

¿Sabías que la voluntad de Dios es un lugar muy seguro para el ser humano? El mundo nos ha dicho que no lo es, pero ¡es la verdad! Ser obedientes y sumisos a los deseos de su corazón nos posiciona en un lugar de mucha seguridad. Por tanto, debe ser nuestra decisión y nuestro profundo deseo encontrarnos en acuerdo íntimo con su voluntad. Esto lo hacemos porque somos siervos de Cristo y porque queremos ser capacitados para las buenas obras que Dios tiene para nosotros.

No para ser vistos, como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo, haciendo de corazón la voluntad de Dios.

Os haga aptos en toda obra buena para hacer su voluntad, obrando Él en nosotros lo que es agradable delante de Él mediante Jesucristo, a quien {sea} la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Así, pues, decidir que “sea Dios quien decida” me conduce a tener un corazón humilde.

La humildad viene de la expresión latina “humilitas”, formada por “humus” que significa “tierra” e “-itas”, el cual indica una “cualidad”. En este sentido, rememora la idea de estar cerca de la tierra. Dicho de otro modo, recordar que estamos cerca del suelo y aceptar nuestra propia bajeza, así como nuestras limitaciones.

Ser humilde es contrario a ser soberbio, e implica reconocer las propias habilidades para aprovecharlas en bien de los demás, sin decirlo. Ser humilde indica también ser dignos de confianza, flexibles y adaptables. Adicionalmente, ser humilde es ser modestos y vivir sin mayores pretensiones. La persona humilde no piensa que él o ella es mejor o más importante que otros. En la Palabra de Dios, es claro el llamado que nos hace a cultivar un corazón humilde.

Siempre humildes y amables, pacientes, tolerantes unos con otros en amor.

No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos.

Con el orgullo viene el oprobio; con la humildad, la sabiduría.

Vivan en armonía los unos con los otros. No sean arrogantes, sino háganse solidarios con los humildes. No se crean los únicos que saben.

12 Y cuando llegaba el tiempo de cada una de las doncellas para venir al rey Asuero, después de haber estado doce meses conforme a la ley acerca de las mujeres, pues así se cumplía el tiempo de sus atavíos, esto es, seis meses con óleo de mirra y seis meses con perfumes aromáticos y afeites de mujeres, 13 entonces la doncella venía así al rey. Todo lo que ella pedía se le daba, para venir ataviada con ello desde la casa de las mujeres hasta la casa del rey. 14 Ella venía por la tarde, y a la mañana siguiente volvía a la casa segunda de las mujeres, al cargo de Saasgaz eunuco del rey, guarda de las concubinas; no venía más al rey, salvo si el rey la quería y era llamada por nombre.

“Ataviarse” significa arreglar la apariencia de algo o de alguien, acicalando su aspecto, limpiándolo, vistiéndolo, etc. El “atavío” significa vestidura, ropaje, indumentaria o adorno; y es característico de esa doncella en proceso de preparación.

Si realmente te encuentras en la casa de las mujeres (en un sentido figurado, por supuesto), entonces entiendo que te estás vistiendo permanentemente de Cristo.

A través de la vida de Ester, nos sentimos motivados a decidirnos por ser esforzados y diligentes; en especial en lo concerniente a la manera de ataviarnos o vestirnos espiritualmente delante de Dios y delante de los hombres.

¿Estás decidido a trabajar en tus propios atavíos? Si no crees que lo hayas decidido aún, creo que este es el tiempo para hacerlo. Eres parte de la hermosa doncella que se está alistando para presentarse delante del Rey (“El soberano de los reyes de la tierra”) y cada día que pasa, cuenta.

Cultiva desde hoy un espíritu afable y apacible para el Señor, uno que esté lleno de afecto, bondad, humildad, amabilidad y paciencia.

Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios.

Por lo tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de afecto entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia.

¡Realmente vale mucho la pena ser preparada como “La doncella” de ese gran Rey, una sobre la cual será puesta una corona esplendorosa!

¡No te pierdas mis próximas publicaciones!

Dios te bendiga.

Andrea Suárez Salazar

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