(Tiempo estimado: 6 – 8 minutos)
Un cordial saludo para ti en este día.
Me alegra saludarte de nuevo, en esta ocasión, con la publicación de la cuarta parte de la serie: “Como corona esplendorosa”. Si por algún motivo no has leído las tres entradas anteriores, te sugiero que lo hagas ahora. Así tendrás un mejor contexto del tema que estoy tratando:
Como corona esplendorosa – “El palacio” (Parte 1)
Como corona esplendorosa – “La doncella” (Parte 2)
Como corona esplendorosa – “La corona” (Parte 3)
Hoy te hablaré específicamente del “cetro” y de cómo este sencillo objeto representa gracia, favor, honra y autoridad. El caso de Ester, la protagonista de nuestra serie, nos ejemplifica la importancia de tomar buenas decisiones y de cómo de ello depende, en gran medida, el cumplimiento del plan de Dios para mi vida. En esencia, mis decisiones están estrechamente relacionadas con mi futuro.
El cetro
La palabra “cetro” proviene etimológicamente del latín sceptrum (skeptron), que significa “vara” o “bastón”. Comúnmente elaborado de materiales nobles y piedras preciosas, el cetro es un símbolo que denota mando, autoridad, poder e incluso fuerza. Quien lo lleva porta consigo dignidad y honor; por tanto, ha sido utilizado por reyes o gobernantes a lo largo de la historia y en diferentes contextos geográficos, sociales y culturales. En resumen, el cetro es un símbolo de altísima valía reservado solamente para algunos.
En el reino de Dios, cada uno de nosotros tiene la posibilidad de portar un cetro. Esto debido a que Dios nos ha dado autoridad en su amado hijo Jesucristo (Mateo 10:1; Lucas 9:1 y 10:19), nos ha vestido de dignidad (Proverbios 31:25), ha permitido que nuestras vidas sean honrosas delante de Él (Éxodo 28:2; Job 40:10) y nos ha equipado con sus fuerzas para hacerle frente a los ataques del maligno (Jueces 6:14). En esta ocasión, vamos a ver también como el cetro (y más específicamente el hecho de que un rey extienda el cetro sobre mí) representa también gracia y favor.
Amán
Continuando con la historia de Ester, estudiaremos lo acontecido en los capítulos 3, 4 y 5 del libro bíblico que lleva su nombre. Veamos cómo Amán trama la destrucción del pueblo judío y, a su vez, se pone en marcha el verdadero plan de Dios con la vida de Ester.
Ester 3
Después de estas cosas el rey Asuero engrandeció a Amán hijo de Hamedata agagueo, y lo honró, y puso su silla sobre todos los príncipes que estaban con él. 2 Y todos los siervos del rey que estaban a la puerta del rey se arrodillaban y se inclinaban ante Amán, porque así lo había mandado el rey; pero Mardoqueo ni se arrodillaba ni se humillaba. 3 Y los siervos del rey que estaban a la puerta preguntaron a Mardoqueo: ¿Por qué traspasas el mandamiento del rey? 4 Aconteció que hablándole cada día de esta manera, y no escuchándolos él, lo denunciaron a Amán, para ver si Mardoqueo se mantendría firme en su dicho; porque ya él les había declarado que era judío. 5 Y vio Amán que Mardoqueo ni se arrodillaba ni se humillaba delante de él; y se llenó de ira. 6 Pero tuvo en poco poner mano en Mardoqueo solamente, pues ya le habían declarado cuál era el pueblo de Mardoqueo; y procuró Amán destruir a todos los judíos que había en el reino de Asuero, al pueblo de Mardoqueo. 7 En el mes primero, que es el mes de Nisán, en el año duodécimo del rey Asuero, fue echada Pur, esto es, la suerte, delante de Amán, suerte para cada día y cada mes del año; y salió el mes duodécimo, que es el mes de Adar. 8 Y dijo Amán al rey Asuero: Hay un pueblo esparcido y distribuido entre los pueblos en todas las provincias de tu reino, y sus leyes son diferentes de las de todo pueblo, y no guardan las leyes del rey, y al rey nada le beneficia el dejarlos vivir. 9 Si place al rey, decrete que sean destruidos; y yo pesaré diez mil talentos de plata a los que manejan la hacienda, para que sean traídos a los tesoros del rey. 10 Entonces el rey quitó el anillo de su mano, y lo dio a Amán hijo de Hamedata agagueo, enemigo de los judíos, 11 y le dijo: La plata que ofreces sea para ti, y asimismo el pueblo, para que hagas de él lo que bien te pareciere. 12 Entonces fueron llamados los escribanos del rey en el mes primero, al día trece del mismo, y fue escrito conforme a todo lo que mandó Amán, a los sátrapas del rey, a los capitanes que estaban sobre cada provincia y a los príncipes de cada pueblo, a cada provincia según su escritura, y a cada pueblo según su lengua; en nombre del rey Asuero fue escrito, y sellado con el anillo del rey. 13 Y fueron enviadas cartas por medio de correos a todas las provincias del rey, con la orden de destruir, matar y exterminar a todos los judíos, jóvenes y ancianos, niños y mujeres, en un mismo día, en el día trece del mes duodécimo, que es el mes de Adar, y de apoderarse de sus bienes. 14 La copia del escrito que se dio por mandamiento en cada provincia fue publicada a todos los pueblos, a fin de que estuviesen listos para aquel día. 15 Y salieron los correos prontamente por mandato del rey, y el edicto fue dado en Susa capital del reino. Y el rey y Amán se sentaron a beber; pero la ciudad de Susa estaba conmovida.
Al leer el pasaje, Susa no es la única conmovida. Yo también me siento así. Es increíble meditar en las cosas que un ser humano puede hacer por soberbia y también en el grado de poder que puede ejercer una persona, ¿no lo crees? Si lo piensas bien, tan solo una conversación de Amán con el rey bastó para comenzar un proceso de exterminación de todo un pueblo. ¡Realmente increíble!
La reacción de Ester
Ester 4
Luego que supo Mardoqueo todo lo que se había hecho, rasgó sus vestidos, se vistió de cilicio y de ceniza, y se fue por la ciudad clamando con grande y amargo clamor. 2 Y vino hasta delante de la puerta del rey; pues no era lícito pasar adentro de la puerta del rey con vestido de cilicio. 3 Y en cada provincia y lugar donde el mandamiento del rey y su decreto llegaba, tenían los judíos gran luto, ayuno, lloro y lamentación; cilicio y ceniza era la cama de muchos. 4 Y vinieron las doncellas de Ester, y sus eunucos, y se lo dijeron. Entonces la reina tuvo gran dolor, y envió vestidos para hacer vestir a Mardoqueo, y hacerle quitar el cilicio; mas él no los aceptó. 5 Entonces Ester llamó a Hatac, uno de los eunucos del rey, que él había puesto al servicio de ella, y lo mandó a Mardoqueo, con orden de saber qué sucedía, y por qué estaba así. 6 Salió, pues, Hatac a ver a Mardoqueo, a la plaza de la ciudad, que estaba delante de la puerta del rey. 7 Y Mardoqueo le declaró todo lo que le había acontecido, y le dio noticia de la plata que Amán había dicho que pesaría para los tesoros del rey a cambio de la destrucción de los judíos. 8 Le dio también la copia del decreto que había sido dado en Susa para que fuesen destruidos, a fin de que la mostrase a Ester y se lo declarase, y le encargara que fuese ante el rey a suplicarle y a interceder delante de él por su pueblo. 9 Vino Hatac y contó a Ester las palabras de Mardoqueo. 10 Entonces Ester dijo a Hatac que le dijese a Mardoqueo: 11 Todos los siervos del rey, y el pueblo de las provincias del rey, saben que cualquier hombre o mujer que entra en el patio interior para ver al rey, sin ser llamado, una sola ley hay respecto a él: ha de morir; salvo aquel a quien el rey extendiere el cetro de oro, el cual vivirá; y yo no he sido llamada para ver al rey estos treinta días. 12 Y dijeron a Mardoqueo las palabras de Ester. 13 Entonces dijo Mardoqueo que respondiesen a Ester: No pienses que escaparás en la casa del rey más que cualquier otro judío. 14 Porque si callas absolutamente en este tiempo, respiro y liberación vendrá de alguna otra parte para los judíos; mas tú y la casa de tu padre pereceréis. ¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino? 15 Y Ester dijo que respondiesen a Mardoqueo: 16 Ve y reúne a todos los judíos que se hallan en Susa, y ayunad por mí, y no comáis ni bebáis en tres días, noche y día; yo también con mis doncellas ayunaré igualmente, y entonces entraré a ver al rey, aunque no sea conforme a la ley; y si perezco, que perezca. 17 Entonces Mardoqueo fue, e hizo conforme a todo lo que le mandó Ester.
Sin embargo, lejos de rechazar la tarea y rehusarse, Ester tomó dos decisiones sabias: por un lado orar y ayunar (ella y sus doncellas) y, por otro, pedir el apoyo espiritual de todo su pueblo. Veamos.
8. Yo decido de rodillas |
Todo el panorama era un escenario de muerte inminente. Muchas familias judías perecerían bajo el mandato de ese gobierno, lo cual cambiaría radicalmente la historia de una nación. Al leer el pasaje, nos damos cuenta de que Ester afrontó la posibilidad de que la ejecutaran junto con el resto de su pueblo y tomó la decisión de rodillas.
¿Qué tan fácil es para ti buscar la presencia de Dios en medio de circunstancias difíciles? ¿Te precipitas para hablar y decidir asuntos de la vida sin consultarle primero al Padre qué opina y qué consecuencias podrían venir de tus decisiones? Pienso que el ejemplo de la reacción de Ester nos muestra la importancia de doblar rodillas delante del Señor para tomar decisiones. Aún más, con su respaldo, tendremos victorias increíbles y las consecuencias de nuestras decisiones traerán consigo multitud de bendiciones.
Gracia
¡Qué hermoso es ver el resultado de la obediencia y la búsqueda sincera del rostro de Dios en oración! Pese a sus propios temores y al peligro de muerte al entrar al patio interior del rey sin ser llamada por él, Ester actuó y fue respaldada por Dios. El rey extendió su cetro de oro con su mano porque ella obtuvo gracia ante sus ojos (Ester 5:2 y 8:4). No solamente le perdonó la vida, sino también le dio la posibilidad de expresarle su deseo.
Ester 5:2
2 Y cuando vio a la reina Ester que estaba en el patio, ella obtuvo gracia ante sus ojos; y el rey extendió a Ester el cetro de oro que tenía en la mano. Entonces vino Ester y tocó la punta del cetro.
Ester 8:4
4 Entonces el rey extendió a Ester el cetro de oro, y Ester se levantó, y se puso en pie delante del rey,
Luego de extenderle su cetro en señal de su favor, el rey preguntó a Ester: “¿cuál es tu petición?”. ¿Ves? Si yo hallo gracia delante de los ojos del Señor, Él va a cumplir los deseos más profundos de mi corazón.
Ester 5:3
El rey preguntó: —¿Qué te pasa, reina Ester? ¿Cuál es tu petición? ¡Aun cuando fuera la mitad del reino, te lo concedería! 4—Si le parece bien a Su Majestad —respondió Ester—, venga hoy al banquete que ofrezco en su honor y traiga también a Amán. 5—Vayan de inmediato por Amán, para que podamos cumplir con el deseo de Ester —ordenó el rey. Así que el rey y Amán fueron al banquete que ofrecía Ester. 6 Cuando estaban brindando, el rey volvió a preguntarle a Ester: —Dime qué deseas, y te lo concederé. ¿Cuál es tu petición? ¡Aun cuando fuera la mitad del reino, te lo concedería! 7 Ester respondió: —Mi deseo y petición es que, 8 si me he ganado el favor de Su Majestad, si le agrada cumplir mi deseo y conceder mi petición, venga Su Majestad mañana con Amán al banquete que les voy a ofrecer y entonces le daré la respuesta.
9. Yo decido esperar |
Ester decide “esperar”. Ella sabe esperar. La Biblia no dice porqué no le dijo toda la verdad al rey durante el primer banquete. Es algo que yo personalmente me he cuestionado en varias ocasiones. Por supuesto que pudo haberlo hecho; no obstante, supo esperar y pidió al rey asistir a un segundo banquete. Lo que pienso es que seguro sintió de parte de Dios que no era el momento (Ester 5:8), pero es mi percepción personal.
¿Qué tan fácil esperas en Dios, una vez que lo has buscado de manera sincera en oración y de rodillas? Cultiva la cualidad de la espera. Si bien no es fácil, trae un fruto maravilloso. Atrévete a soltar el control de tu vida al gran rey, Jesucristo. Cuando estamos bajo su autoridad, le buscamos de rodillas y decidimos esperar, Él se glorifica en medio de nuestros temores y debilidades, dándonos victorias que están lejos de nuestra comprensión y potestad. Adicionalmente, extiende su cetro de oro sobre nosotros mostrándonos su favor y su gracia inmerecidas.
Durante la quinta y última publicación de esta serie, te hablaré del “caballo de honor” y de la manera preciosa en la que toda esta historia llega a su fin. No te la pierdas.
Dios te bendiga.